Es sencillo que un hombre sea altamente susceptible al enemigo cuando se ha criado entre Brownsville y Crown Heights, dos de los barrios más conflictivos del Brooklyn neoyorquino, cuando lo han noqueado cinco veces en las calles del Infierno con un bate de béisbol, un ladrillo y con un barril de cerveza.
Es sencillo desconfiar del mundo entero cuando se ha pertenecido a Los Joviales de Stompers, pandilla con la que fue arrestado 38 veces. O cuando uno se libra del linchamiento -por robar unas palomas- simplemente por ser un niño de seis años mientras su compañero en el hurto acaba ahorcado en plena calle.
Tyson perdió a su padre biológico sin haberlo visto. Jimmy Kirpatrick, un obrero de la construcción que vivía permanente embriagado, abandonó a Dorna Tyson poco después de dejarla embarazada. Con el apellido de su madre, vagando por las podredumbres periféricas de la Gran Manzana, Tyson esquivó la muerte por la acción del que consideró su padre real: Cus D’Amato, un viejo entrenador que lo recluyó en Catskills, una casa de entrenamiento, tratando de concentrar el instinto asesino en letales ganchos de izquierda y derecha.
Tyson, huérfano y con una hermana muerta, se sintió adoptado por D’Amato y salvó la vida en Catskills donde, años después, trataría de suicidarse tras su divorcio de Robin Givens. D’Amato fue el carbonato de litio de aquel niño feroz de 13 años, 1,68 m y 78 kilos.
Sobre la tumba del viejo Cus, muerto en el 1985, Tyson vertió una botella de champaña nada más proclamarse campeón del mundo por primera vez. Lo hizo con 20 años (1,82 m y 106 kilos), convertido en el más joven monarca de la historia de los pesados.
Fuente: Noti Boxeo