El entrenador Angelo Dundee le gritó al réferi Richard Greene que él era el jefe en la esquina y en ese momento, antes de comenzar el onceavo round, mandaba a terminar la pelea. El castigo que estaba recibiendo su boxeador, Muhammad Ali, era demasiado y lo más prudente sugería abandonar el combate que iba ganando Larry Holmes de manera lastimosa.
Todos los rounds en las tarjetas de los jueces habían ido a favor de Larry Holmes, y se dice que en forma lastimosa porque inclusive a él le afectaba estarle pegando cruelmente a un hombre que admiraba y respetaba. Muhammad Ali esa noche fue una sombra de ‘El más grande de todos los tiempos’. Tenía 38 años y presentaba una evidente precaria forma física en comparación al atleta de élite que alguna vez había sido. No tenía fuerza, ni piernas, mucho menos potencia o reflejos. Sylvester Stallone más tarde definiría aquel acontecimiento «como ver la autopsia de un hombre que todavía está vivo.»
Larry Holmes a los 30 años de edad estaba haciendo su octava defensa del título de peso completo del CMB, el evento fue organizado por Don King en una arena improvisada temporalmente en el estacionamiento del Caesars Palace de Las Vegas. Ali venía de un retiro de dos años sin pelear y ganó ocho millones de dólares por permanecer acorralado entre cuerdas, indefenso y tentador cual presa fácil y valiosa, perseguido por quien era un antiguo compañero de sparring.
En algún momento de la pelea Muhammad Ali, estando en una esquina, con los guantes protegiendo su mandíbula, arrinconado, invitaba a Holmes a que prolongara el pésimo trato y hasta le ordenaba lo que debía tirar. «Vamos, vamos. Uppercut. Uppercut.»
Mike Tyson tenía 14 años aquel 2 de octubre de 1980. Un día después el adolescente que seguía siendo preparado por Cus D´Amato para luego convertirse en el campeón de peso completo más joven de la historia, estaba extrañado con el mal humor que se cargaba su mentor mientras iba manejando. Hasta que momentos después, al escuchar una charla telefónica, entendió que Ali y su inminente decadencia eran la causa.
Esa memoria se la contó Tyson recientemente al autor Michael Perrota, quien describe cómo el muchacho neoyorkino que por varias décadas fuera llamado el hombre más malo del planeta, le hizo una promesa dulce y violenta a Muhammad Ali después de que éste tuviera una conversación por teléfono con Cus D´Amato, en donde le aseguró que la próxima vez iba vencer a Larry Holmes.
Esa segunda oportunidad de ganarle a Holmes nunca llegó en la carrera de Muhammad Ali pues se retiró al año siguiente, en 1981, al cabo de perder con Trevor Berbick. Sin embargo, algunos años después, Mike Tyson sí subió al ring a pelear con Larry Holmes en Atlantic City. El 22 de enero de 1988 ‘Iron Mike’ no sólo defendió sus títulos de peso completo de la AMB, CMB y FIB, sino que cobró represalia y cumplió a golpes el pacto que había cerrado por teléfono con uno de sus ídolos. En ese intercambio de opiniones con Cus D´Amato, Ali pidió hablar con el ‘niño’ y éste se encargó de explicarle el arrebatado convenio. «Voy a vencerlo algún día por ti, campeón. Voy a noquear a Larry Holmes por lo que te hizo a ti. Voy a ganarle por ti y por Cus.»
Y a Mike Tyson sólo le bastaron cuatro rounds para responder a su promesa. Larry Holmes fue a la lona un par de veces y en la tercera cayó desplomado de espaldas como caen los cuerpos muertos al momento de darles el tiro de gracia. El narrador de una transmsión británica hizo un hincapié en el hecho y así quedaron grabadas sus frases certeras. «Esto se ve ahora terriblemente doloroso. ¡Oh, qué golpe fue ese!…¡Y ahora sus piernas han colapsado absolutamente debajo de él!».
Revisar en video aquel atribulado suceso entre Ali y Holmes, hoy tal vez produzca escalofríos porque las imagenes exhiben al inolvidable The Greatest en su esquina instantes previos a que arrancara la pelea: se mueve lentamente con los ojos bien abiertos y hace una mueca descanjada enseñando el protector bucal, revoloteando los brazos, mal fingiendo que le queman las ganas de ir de una vez por todas a dañar a su rival. Una caricatura penosa y gris de sus célebres alardes.
Tres meses antes de la pelea, el examen neurológico de Ali ordenado por la Comisión Atlética de Nevada, reveló algunas cosas extrañas, por decir lo menos. El boxeador de Louisville estaba empezando a batallar para coordinar el habla; cuando le pidieron que se tocara la nariz con la punta del dedo índice no lo hizo con la fluidez natural esparada y tampoco respondíó bien cuando le indicaron que diera pequeños saltos en un sólo pie. Dicha prueba médica no salió a la luz en ese tiempo y la pelea fue aprobada por la Comisión.
A pesar de que Mike Tyson vio en Larry Holmes a un enemigo cuya figura le provocaba sed de venganza, la debacle de Muhammad Ali la padecieron profundamente la mayoría de los involucrados en la industria del boxeo, particularmente quien esa noche le había tocado ser el desolado villano que apedreó la estatua de una leyenda viviente.
Las escenas después de que Angelo Dundee detiene esa pelea, muestran a Larry Holmes todavía en el ring -en medio de cámaras fotográficas y rostros desconcertados- con algunas lágrimas en los ojos que continuaron vertiendo hasta su ingreso al vestidor. Y aunque su respuesta no fue tan directa como el cuestionamiento que le lanzaron, Holmes disimuladamente cedió a lo expresado en las palabras de un reportero que le hizo cierta pregunta más parecida a una condolencia.
«Larry, me gustaría que me explicaras por qué has estado llorando. ¿Te dolió castigarlo de esa manera, no es así?»
Fuente: Izquierdazo.com