Por Cobra de Detroit
Aquel 20 de junio de 1980, Roberto “Mano de Piedra” Duran y “Sugar” Ray Leonard, se encargaron de forjar a fuerza de puños, lo que fue una de las obras de arte mas grandes de la historia del boxeo.
Ambos púgiles, tras una caldeada previa en donde Duran llego incluso a decir que temía matar a su oponente en combate, se enfrentaban por la corona de los pesos Welter en un colmado y ruidoso Olympic Stadium Montreal de la ciudad de Quebec en Canadá.
El astro panameño llegaba a la contienda ostentando un record de 71-1, buscando, luego de arrasar rivales en el peso Ligero, el cinturón de las 147 libras, que hasta ese momento se encontraba en poder de Leonard, la joven estrella del momento, que con una inmaculada foja de 27-0 llegaba como invicto monarca a la contienda. La mesa estaba servida, y la historia lista para ser escrita.
La batalla comenzaba, y tras minuto y medio de estudio, los púgiles empezaban con un feroz intercambio de golpes, el cual ya no cesaría hasta el final del combate. Allí, el veloz y elegante Leonard desoyendo los consejos de su entrenador, el mítico Angelo Dundee, salía sin miedo alguno a combatir en el cuerpo a cuerpo, territorio preferido de un granítico fajador como Duran.
La batalla transcurría con un retador buscando ahogar al campeón contra las cuerdas, el cual se las ingeniaba para dañar al panameño mediante veloces y certeros contraataques. La dureza en los intercambios era tremenda, tanto que Leonard fue conmovido dos veces en las primeras vueltas y el mismo Duran fue puesto al borde de knockdown gracias a una tremenda combinación en el quinto asalto.
La tónica de la pelea continuaba por los mismos carriles, con un Duran avanzando permanentemente sobre la humanidad del veloz campeón, quien aceptaba constantemente el intercambio, situación que producía un in crescendo en la intensidad y drama de la contienda, la cual ya tomaba tintes de épicos, llegando a su clímax en las últimas vueltas, en donde a pesar de lo asfixiante de la batalla, esta jamás perdió espectacularidad, teniendo como mejor ejemplo aquella vuelta 14, en donde Leonard logra conectar un fantástico bolo punch sobre la humanidad de Duran.
Tras 15 extenuantes asaltos, la campana final concluía con el magnífico combate, el cual daba como resultado una cerrada decisión en favor de Roberto Duran, nuevo campeón en el peso Welter.
La excitación post combate de Duran era tremenda, festejando su triunfo de brazos levantados, y declarando que había ganado producto de ser “más hombre y mas boxeador” que su rival.
Seguramente Leonard pago demasiado caro el error de salir al intercambio de golpes ante un boxeador tan fuerte como Duran, aunque el gran espectáculo exhibido daría lugar a dos combates más entre estos púgiles, marcando no sólo una de las más famosas trilogías de todas las épocas, sino que también abriría una década que marcaría uno de los últimos chispazos de calidad en la historia del boxeo.
Fuente: entre16cuerdas.tumblr.com