Cuando se confirmó al norteamericano Daniel Jacobs, campeón mediano (FIB), como próximo rival del mexicano Saúl «Canelo» Álvarez, por la unificación del cetro mundial de los 72,574 kg, se avizoró una sensación peculiar e intrigante, reservada – solo- para aquellos anuncios que condicionan y frustran los pronósticos anticipados en favor del crack del momento. Y esta sensación intercaló el desagrado con lo inesperado en todo el equipo de «Canelo», figura excluyente y primordial para la actual industria pugilística.
El fabuloso contrato de 350 millones de dólares, a cobrar por 10 peleas, firmado por el púgil de Guadalajara, le quitó autonomía para la elección de adversarios y para sus períodos de descanso. «Canelo» venció en una batalla durísima a Gennady Golovkin en septiembre último, en Las Vegas, y luego, en diciembre pasado, colocó su cuerpo en un peso desconocido: 76 kg para doblegar sin problemas al inglés Rocky Fielding, en el Madison de Nueva York. Y en poco tiempo, el 4 de mayo próximo, deberá corroborar sus pergaminos exponiendo su corona CMB ante Jacobs, en el majestuoso T-Mobile de Las Vegas. Este tipo de continuidad, en el más alto nivel, es inusual en sus 13 años de profesionalismo. Tres clásicos en menos de nueve meses.
Jacobs batió al cáncer en una lucha desigual entre 2010 y 2012. Y desde entonces, nadie lo deslinda de poder lograr cualquier hazaña del ring. Tras perder con el ruso Dimitry Pirog, por KOT en cinco rounds, en Las Vegas, comenzó a decrecer en lo físico y en lo anímico. Semanas después, a los 23 años, fue diagnosticado de osteosarcoma, un cáncer óseo que afectó su espina dorsal y algunos huesos de su cuerpo. Asimiló dolores tortuosos y una compleja parálisis facial que lo alejó hasta de la posibilidad de comunicarse con sus semejantes de igual a igual.
Se aferró a la mejor declaración de su historia: «Espero convertirme en un gran sobreviviente». Y fue posible, se hizo el milagro. Gracias a su lucha, el apoyo que todo Brooklyn le brindó, el gran trabajo de la ciencia y la mano de Dios.
¿Puede Jacobs poner en apuros a Canelo? Sí, absolutamente. Es un eximio representante de la escuela negra de buen boxeo del Este americano. A los 31 años, con un récord de 35 éxitos y 2 reveses, estuvo muy cerca de destronar a Gennady Golovkin, cuando se enfrentaron en 2017, perdiendo por puntos -con justicia- por estrecha diferencia y sobresalió en los minutos finales de su combate con el «destructor» kasajo Sergiy Derevyanchenko, que le permitieron conquistar el título mundial FIB, en diciembre último.
¿Qué tiene y qué le falta para frenar a «Canelo»? Posee un caminar de ring admirable y un boxeo de larga distancia efectivo, fundamental para desorientar al azteca. Exhibe además una fuerza interior única y su concentración es destacable en este oficio. No tiene pegada, pese a sus 29 KO, y sus puños justos pero sin «dinamita» condicionarán el reconocimiento que podrán otorgarle -o no- los mediocres jurados de los estados de Nevada y Nueva York que serán designados para este match. Vivimos tiempos de fallos y apreciaciones muy limitadas, de jueces y críticos chatos, en torno a la valorización del arte de éste deporte. De la ciencia y de la técnica. Y quizás, Jacobs, quede inmerso en esta «tempestad».
El apodo que se ganó Daniel Jacobs es «Miracle Man» (El hombre de los milagros, en español). Superar a «Canelo» es una misión de carrera. Su objetivo de vida ya fue cumplido. Y poder contarlo es el gran regalo de Dios.
Por Osvaldo Principi / LA NACIÓN