Durante una tarde soleada del año 2006, Alexander “Popeye” Mejía salió de su casa en el barrio Santo Domingo, con su arco de alambre lleno de bolsitas con mangos, groceas, coyolitos y jocotes.

Tras recorrer varias calles de Managua, pasó por el viejo Estadio Nacional de Béisbol Dennis Martínez, donde vio a unos muchachos practicando boxeo, todos bajo las órdenes del adiestrador Bayardo Martínez, hijo del reconocido entrenador “Polvorita” Martínez.

Mejía se quedó por varios minutos en el lugar, viendo cómo los jóvenes lanzaban jabs, ganchos y golpes rectos. Fue un amor a primera vista.

“Al día siguiente hablé con el profesor Bayardo, con quien aprendí mis primeras lecciones de boxeo y realicé 26 peleas amateurs, luego de lo cual tuvimos un problema y nos alejamos”, cuenta el campeón Fedelatin 122 libras de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) y ranqueado número 6 en este organismo.

“Popeye” nació en Managua el 13 de octubre de 1991 en un contexto económico muy difícil. Es hijo de Marta González y Alfonso Mejía, un matrimonio que desafortunadamente colapsó cuando él tenía tres años, afectando severamente su niñez y adolescencia.

Posteriormente su papá inició una relación con otra mujer, fue entonces cuando comenzó el calvario para Alexander. “Cuando empecé a vender en las calles de Managua desde los 8 años, no trabajaba para mí, sino para mi madrastra. Ella me dio mala vida”, cuenta.

“Sufrí 15 años”

“Me maltrataba física y psicológicamente, fueron casi 15 años los que sufrí. Gracias a Dios mi papá abrió los ojos y se separó. Ella hasta quiso echarlo preso, acusándolo de que la quería machetear, lo cual era mentira. Mi papá salió de la cárcel a los 4 días y decidió terminar el vínculo sentimental con ella, gracias a Dios”, relata.

Todos los días iba al gimnasio luego de acabar con la venta de mangos, groceas, coyolitos y jocotes. En el estadio Dennis Martínez sentía que volvía a la vida.

“Popeye” comenzó tarde a practicar boxeo, pero su desarrollo fue veloz. En el 2013 ya era miembro de la Selección Nacional. Durante cuatro años participó en distintos eventos internacionales, se adjudicó medallas de oro en centroamericanos en los 60 kilogramos; fue a una eliminatoria del Caribe en la que ganó un combate y perdió otro, hasta que finalmente se despidió del amateurismo en 2016.

Ese mismo año, el 12 de marzo, debutó en el boxeo profesional bajo el abrigo de la empresa Pinolero Boxing, de Marcelo Sánchez, quien hoy sigue siendo su promotor.

Su mayor triunfo

Después de 8 victorias consecutivas, su promotor le pactó una pelea el 29 de julio del 2017 con Ramiro Blanco, el boxeador de Búfalo Boxing, la promotora de Rosendo Álvarez.

Esa noche, en el gimnasio Nicarao, se puso en juego el cinturón 122 libras Fedelatin de la AMB, y “Popeye”, que no era favorito, se impuso por decisión dividida. Ese día regresó a casa como campeón Latino.

“Popeye” no solo venció a un rival complicado, sino que también logró ascender puestos en el ranking de la AMB, dando un paso importante hacia una oportunidad de campeonato del mundo.

En diciembre de ese año, viajó a Japón para retar a Hiroshige Osawa, un peleador de 32 victorias, retador de título mundial y con muchísima experiencia. Mejía perdió por decisión mayoritaria, pero regresó orgulloso a casa.

“Sé que el público quedó contento y muchos me vieron ganar, fue una gran experiencia ante un boxeador que me superaba en números”, explica.

Sigue vendiendo

A pesar de que las finanzas han mejorado para Mejía, aún no ha dejado de vender mangos, groceas, coyolitos y jocotes.

Da la impresión que si un día llegara a ser campeón del mundo, será el primer monarca en la historia que no renuncia al negocio que desde niño ha compartido con su padre.

De acuerdo con Mejía, el negocio parece rentable, pues “en tres horas prácticamente vendo 80 o 100 bolsas de mangos o jocotes, a 10 córdobas cada una. Si vendo 100 sumo 1,000 córdobas, de los cuales 650 me quedan de ganancia y 350 para reinvertir en el producto”.

Dice “Popeye” que una de sus estrategias para vender es ofrecer el producto como una vitamina. “En la calle me conocen como ´chico ácido´, pues ofrezco lo que vendo como vitaminas. Como parte de la propaganda les digo a los clientes que llevo cerebrofós, vital fuerte, sukrol, y a la gente le gusta eso”, afirma mientras se ríe a carcajadas.

Las ganancias que consigue como vendedor son un complemento necesario a los ingresos que le proporciona el boxeo, un trabajo que le deja aproximadamente 2 mil dólares al año, tomando en cuenta que solo realiza cuatro peleas a nivel local y gana en cada una de ellas un monto de 15 mil córdobas.

Sus números aumentan si pelea en el extranjero, como por ejemplo en el 2017, cuando en Japón consiguió una bolsa de 6 mil dólares, de los cuales “ahorré 2 mil en un banco”.

Su principal objetivo

“Mi sueño es ser campeón mundial para darle una mejor vida a mi familia y comprar mi propia casa”, dice, mientras nos atiende en una habitación que desde hace dos años le cuida a una señora que vive en Costa Rica.

Mejía tiene 27 años, está casado con Irene Aguirre, una boxeadora amateur, y tiene un hijo de dos meses de edad, cuyo nombre es Alexander Jr.

Quiero tener tres hijos”, dice “Popeye” a carcajadas, un deseo al que su esposa responde: “Escuchalo, quiere tres, como si fuera fácil”.

Alexander asegura haber tenido un encuentro con Jesús hace cinco años, desde entonces su vida cambió y no deja de congregarse en la Iglesia El Buen Pastor, en el barrio Reparto Schick.

Asimismo, cuenta que admira al ex campeón mundial Shane “Sugar” Mosley y que de no haber sido boxeador hubiera sido basquetbolista.

Mejía no solo quiere ser campeón del mundo, sino también un hombre profesional o técnicamente preparado, así que a sus 27 años no ha cerrado las puertas a la posibilidad de continuar sus estudios de secundaria.

“Por el trabajo no pude seguir estudiando, aunque nunca es tarde para aprender”, dice. El sábado pasado, “Popeye” derrotó al mexicano José Peláez en Guatemala.

El miércoles regresó al gimnasio para entrenar y este jueves también reanudó su trabajo de vendedor por algunas calles de Managua. De tal manera que sigue como negociante, sin abandonar el sueño de ser campeón del mundo y noquear definitivamente las limitaciones económicas.

¿Por qué le dicen Popeye?

El apodo de “Popeye” se lo pusieron unos chavalos del parque Luis Alfonso Velásquez, después de que un día Mejía defendiera a su hermana de otro joven que la quería golpear.

Fuente: Haxel Rubén Murillo / El Nuevo Diario