Nicolino se imponía con claridad al experimentado boxeador de categoría LC Morgan en el Luna Park y sus posibilidades de pelear por el título mundial crecían. Esa pelea por el título anhelado se daría al año siguiente.
Por Cherquis Bialo
UN CONCIERTO DE NICOLINO
Todavía perdura el murmullo admirativo. Los gritos vivaces y las expresiones eufóricas han quedado reducidas a un montón de diarios pisoteados que descansan en el silencio de las tribunas desnudas. Recorremos el estadio oscuro con Nicolino, el maestro que viene de brindar su concierto más perfecto, su obra más genial. «¿Se habrá ido conforme el público?», nos pregunta ingenuamente. Y tras su inquietud la repetición de una reflexión de su vencido: «¿Por qué no eres campeón?, no lo entiendo…». Cuando L. C. Morgan planteaba este interrogante en su propio camarín, pensamos en una sola cosa: ¿Es que no ha llegado el momento para que Nicolino tenga la gran oportunidad?
Los diarios pisoteados, las tribunas desnudas, el murmullo excitante de admiración, los gritos eufóricos y el agradecimiento del público, están contestando… Lo que Locche hizo el sábado merece el adjetivo más común: sensacional.
C. Morgan, un veterano de más de 200 peleas, que en doce años de profesionalismo enfrentó a rivales de todas las tendencias, quedó reducido a un sumiso partenaire resignado a esperar el final. Él, el «fierrero», el pegador (más de 125 k.o.), el mediodistancista, el maduro, el ilustre conocedor del oficio, terminó conformándose con el honesto papel de adversario impotente. Intentó todas y perdió en todas. Ensayó mil variantes y fracasó las mil veces.
EN DEFENSA
Morgan (63.700 kilos) comenzó su trabajo decidido a un ataque frontal que le permitiera dominar los dos ángulos de proyección. Al primer minuto se dio cuenta que sobre su izquierda recta venía la réplica sorpresiva en swing. La izquierda, entonces, quedó cobijando su pecho, a la expectativa. En la segunda vuelta hizo otro ensayo: esperó que Nicolino (61.100 kilos) saliera de las cuerdas para lanzar la contra de derecha. Pero el campeón argentino y sudamericano salió girando sobre esa mano haciendo cobertura y el norteamericano se quedó sin medida. Antes de la finalización de ese round, Morgan era consciente que su rival no ofrecía alternativas y la única fórmula era esperar. Ya teníamos el primer «contrasentido»: Morgan trabajaría especulando sobre los posibles errores de Locche. Defensivamente, el maestro mendocino, como siempre, había frustrado cualquier intento.
EN ATAQUE
Don Paco Bermúdez, precursor de este Locche genial, había sido claro en sus instrucciones: «Pasar al contraataque antes del séptimo round y tomar la línea ofensiva desde allí en adelante». Su pupilo, a medias, cumplía con el libreto. Esperó el quinto asalto como medida y pasó con sorpresa al contraataque, haciendo la combinación izquierda en directo y derecha en cross. Ese quinto round, Locche agregó a su trabajo defensivo esta «inusitada» cuota de agresividad que llegó hasta el desborde. El desconcierto de Morgan fue total. El mismo le dijo a Lectoure después de la pelea: «En el sexto round me quería ir del ring». Fracasados sus planteos ofensivos y desbordado parcialmente, Morgan no encontraba solución al problema. Hasta ese momento sus golpes, sus únicos golpes, habían sido una derecha en cross en el tercer round, que Nicolino amortiguó echando la cabeza hacia atrás, y una izquierda en hook a la zona baja que se anticipó al descenso de la palanca del mendocino. Pensamos que Morgan prefirió ser atacado porque fue la única instancia en la que Locche ofreció posibilidades de blanco. El octavo asalto, el mejor del mendocino, le permitió a Morgan cambiar golpes. Pero la mayoría de sus cross y ganchos se perdieron ante los movimientos ordenados por una vista prodigiosa y volvió a ser el sumiso partenaire de los primeros rounds.
LA MEDIA DISTANCIA
Allí, donde Morgan ganó su fama noqueando a más de 125 adversarios; allí donde Ramón La Cruz corrió el peligro de transformar sus victorias en derrotas por nocauts, Locche flageló a Morgan. El mismo provocó las situaciones de media distancia en cualquiera de las dos posiciones. Como contragolpeador esperando en las sogas, como atacante yendo a buscar con la apertura de su izquierda y la imperfección de una derecha («La Tonta», según Locche) que tuvo llegada efectiva y áspera —en el sexto Morgan la recibió en cross y dio la sensación de haberla sentido—. Esta posición, rechazada generalmente por Nicolino en el recurso del «clinch», fue utilizada para la aplicación de sus mejores golpes.
EN EL CUERPO A CUERPO
Prevaleció por sus mejores recursos cerebrales. Fue más rápido para llegar y para sacar el torso y la cabeza sin dar nunca posición de erguido. Morgan, apesadumbrado, confesaría después: «Cuando entrábamos en el cuerpo a cuerpo yo pensaba que por fin podría poner mi derecha (opción que mantuvo desde el sexto como único argumento que trasformara su derrota) pero llegaba y ya no estaba más; iba para donde estaba y desaparecía». Y mientras tanto, Morgan era receptor de un tímido gancho que Locche proyectaba internamente y que invariablemente llegaba. Todo esto hizo Nicolino. Ganó en todas las distancias. Ganó retrocediendo y atacando. Pegando más y pegando mejor. Con mayor cuota de agresividad.
Si Morgan no hubiera peleado dos veces con La Cruz, el viejo y destructor «slogan» de «Locche no le ganó a nadie» o «Ese negro es un «paquete»», habría prolongado la absurda polémica sobre este maestro del boxeo. Sobre este hombre que ya ha dejado la ilustre herencia de demostrar que se pega con los puños, pero se gana con la cabeza. El montón de diarios sigue aquí: en estas tribunas que gritaron su agradecimiento. Esta noche no hubo ni sangre, ni hematomas, ni traumas. Esta noche peleó Nicolino…
11° ROUND
Camarín de Morgan. Fiorino lo masajea con alcohol. Estamos hablando de Locche. Morgan dice: «Es el hombre más difícil que he enfrentado en toda mi vida. Sabe mucho. Tiene una defensa in-creíble. Es rápido. Lástima que no pegue fuerte». Mientras decía todo esto aparece Locche: «¡Oh, no!» exclama Morgan. Y agrega sonrientemente: «Otra vez tú, no quiero verte más». Locche ríe también. Lo toma de los hombros y le dice: «Dale, pegame unos cachetazos que me voy». Después de las risas del norteamericano le pregunta: «¿Por qué tú no eres campeón?, no me lo explico». Locche, agradecido lo conforma: «¿Sabés que te quería decir ahora que están los periodistas?, fuiste más difícil que Ortiz y que Laguna».Morgan respiró satisfecho…
Aplausos, felicitaciones, abrazos. Cada uno que llegaba decía: «Te pasaste Nico ¡una barbaridad!» Los colegas, más objetivamente, también lo felicitaron. Los managers lo mismo. Los boxeadores igual. De pronto, aprovechando un minuto de silencio, un colega le preguntó a don Paco: «¿Está satisfecho, no es cierto?» Y cuando se esperaba un sí rotundo, el profesor mendocino dijo: «Bueno…, no anduvo mal, pero tiene que hacer mejor las cosas, tiene que hacerme más caso». Locche lo miró y por lo bajo añadió: «Don Paco quiere que tenga la defensa de Locche, la pegada de Marciano, el estado físico de Cassius Clay, las piernas de Robinson y la inteligencia de Accavallo…» (Nadie más dijo nada).
- Confesión de Morgan a Lectoure: «En el sexto round lo miré para preguntarle qué pasaba si me iba del ring…»
- Confesión de Locche a Bermúdez: «¿Quiere que le diga una cosa don Paco?, en el sexto creí que lo sacaba…»
Este es el panorama de Locche para el futuro: peleará en Bahía Blanca contra Adán Gómez el 3 de junio. En el mismo mes defenderá su corona argentina ante Oscar «Gatiquita» Lucero en Mendoza (la Asociación Mendocina pedirá la organización de ese encuentro, con motivo de la inauguración de nuevas instalaciones). Mientras tanto, Manuel Sojit tramitará en Estados Unidos la pelea por el título mundial contra el ganador de Fuji (hawaiano y campeón mundial) y Quatour (alemán). La pelea puede ser en California o Manila en el caso de que Fuji siga siendo campeón. Caso contrario Locche aceptaría pelear en Francfort. Paco Bermúdez ha dado instrucciones concretas a Sojit: «En cualquier lado, pero por el título».
Fuente: El Gráfico