El cordobés peleó un 30 de marzo de 1984 por el título mundial en Las Vegas ante una de las grandes leyendas del boxeo de los medianos.
Por Sergio Chiarito
Si hubo un boxeador argentino que mereció ser campeón mundial, ése es Juan Domingo «Martillo» Roldán. Si existe un boxeador argentino que merece ser respetado aun sin ser campeón mundial, ése es Martillo Roldán.
La fecha quedó marcada a fuego. El 30 de marzo de 1984, hace exactamente 35 años, en el Hotel Riviera de Las Vegas, Marvin Hagler defendía por novena vez el título mundial mediano, reconocido por la AMB y el CMB. Era reconocido como el mejor boxeador del momento. Y enfrente estaba el argentino Roldán, que había hecho méritos para obtener la gran oportunidad. Martillo no era un gran negocio para los norteamericanos, pero a fuerza de buenas victorias, especialmente la última contra Frank Fletcher (ganó por nocaut en el sexto) en el semifondo de Hagler-Durán, se ganó la posibilidad a ser el aspirante número uno a la corona. Y allí estaba ante la gran oportunidad de su vida.
Se había generado una gran expectativa en Argentina. Roldán era un hombre querido, un cordobés trabajador en los campos en Freyre, su tierra natal. Contó con el gran apoyo del empresario del Luna Park, Juan Carlos Lectoure, quien se puso al hombro no solo la negociación del combate, sino también la estrategia de la pelea para traer el título a la Argentina. El cordobés recuerda con exactitud esa noche que pudo ser de ensueño: «Yo estaba muy bien entrenado. Esa pelea me dejó muchas dudas, no pude lograr lo que había anhelado tanto tiempo. Me entrené para ser campeón del mundo, pero creo que no nací para ser campeón del mundo», dice con algo de resignación.
Todos esperaban esta gran pelea con ansiedad. La cobertura de los medios fue amplia. La transmisión llegó a través de Canal 11, con los relatos de Ulises Barrera desde Las Vegas y el debut televisivo de Osvaldo Principi desde los estudios. La revista El Gráfico tuvo a Ernesto Cherquis Bialo y a Carlos Irusta dentro de sus cinco enviados especiales.
Aquella noche, el boxeador argentino tuvo el respaldo anímico de Carlos Monzón. El equipo comandado por Tito Lectoure contaba con Luis Abbá y Adolfo Robledo (los dos muy cercanos al cordobés) más la experiencia del doctor Roberto Paladino quien supo acompañar a Monzón y a Victor Galíndez en sus épocas gloriosas.
Marvin Hagler era un boxeador cerebral. Analizaba cada detalle en profundidad. Su imagen se fue agigantando con soberbias actuaciones sobre Minter, Obelmejias, Antuofermo, Hamsho y especialmente ante el panameño Roberto «Mano de Piedra» Durán, a quien le ganó claramente por puntos. Mientras que Juan Domingo Roldán se iba forjando con triunfos de domésticos, como ante Jacinto Fernández (ganó el título argentino) y Eduardo Contreras, pero con el merito de no dejar dudas en combates de quiebre. Y ante esos exámenes definitorios, siempre respondió.
La noche había empezado bien para Martillo. Durante la primera vuelta el retador logró poner a Hagler en la lona. El campeón se cayó porque estaba mal parado, a pesar de su reclamo al arbitro puertorriqueño Tony Pérez. El golpe existió, por lo tanto la cuenta estuvo bien. La pelea se metió en un camino desconocido para Hagler y a la vez propicio para Roldán. El argentino era potente, sus manos dolían, a pesar de no tener un boxeo fino y depurado.
Pero esa ilusión se fue perdiendo en una acción generada por Hagler en la tercera vuelta. El campeón logró derribar a Martillo Roldán y en una fracción de segundo, le colocó su dedo pulgar en el ojo derecho del retador. A partir de esta incidencia, todo cambió para el argentino. «Tuvo que meterme el dedo en el ojo para poder ganar. El árbitro lo vio, pero nadie hizo nada, Hagler era la gallina de los huevos de oro y yo un argentino que quería ser más grande que Monzón», recuerda el púgil cordobés.
Luego de esta acción antirreglamentaria, Roldán tuvo que combatir con el parpado lesionado. Su visión era limitada y fundamentalmente había perdido esa furia que tenía en el inicio del combate. En tanto, Hagler se mostraba cada vez más sólido. Los desbordes del gran campeón le iban quitando recursos al boxeador argentino. Martillo Roldán estaba muy lastimado y con pocas chances de cambiar la realidad.
El médico de la comisión de Nevada llegó a subir 4 veces para analizar la herida del argentino. Desde el rincón, Tito Lectoure le pedía a Roldán que no se diera por vencido. Pero Martillo no tenía más para dar. El argentino termino pidiendo clemencia en la vuelta número 10. Su ojo derecho estaba desfigurado y el genial Marvin Hagler empezaba a saborear su novena defensa.
A pesar de la bronca de Lectoure, quien al darle una piña a la pared se fracturó una mano, Martillo Roldán se convirtió el retador que más trabajo le había dado hasta el momento a Hagler. El mismo campeón reconoció las condiciones del argentino en medio de los festejos.
Hagler además de defender su corona se llevó 1.500.000 de dolares, mientras que Roldán fue reconocido con 300.000 dólares y la chance de volver a ser convocado en una mega cartelera.
Ya pasaron 35 años de esta inmensa ilusión. Del sueño de un peón rural que a fuerza de sacrificio, logró enfrentar al mejor del momento. Todos en Argentina nos quedamos con bronca porque el noble Martillo merecía ser campeón mundial. Pero le tocó enfrentar a un boxeador bueno de verdad.
Fuente: Toda Pasión / TN