Argentina tenía a Carlos Monzón y Víctor Galíndez. Eran los campeones mundiales de las categorías mediano y medio pesado, y estaban en la cima del boxeo mundial. Monzón aconsejaba a su colega.

Los dos eran campeones del mundo, aunque estaban en momentos distintos de sus incomparables carreras como boxeadores. Carlos Monzón, a los 32 años, ya había realizado 10 defensas de su título como campeón de la Asociación y del Consejo Mundial. Víctor Galíndez, 26 años, hacía escasos dos meses que había logrado el cinturón vacante de la Asociación Mundial ante Len Hutchins (EE.UU.) el 7 de diciembre de 1974.

En ese momento, coincidieron en una sesión de entrenamiento en el gimnasio capitalino del Luna Park de Tito Lectoure. Nunca lo habían hecho y tampoco lo repitieron, en el mismo horario.

Habían tenido un acercamiento en esos meses debido a la coincidencia de un viaje a México, a donde fueron a ver la pelea en la que José Mantequilla Nápoles venció por nocaut al tucumano Horacio La Pantera Saldaño.

El periodista Cherquis Bialo contó en El Gráfico que en los aeropuertos de Lima y Bogotá, donde se realizaron sendas escalas, los periodistas esperaban a Monzón y les decía: “Señores, les presento al nuevo campeón mundial de los medio pesados. Viene de ganarle a Hutchins el sábado pasado y ahora vamos los dos a hacer fuerza por Saldaño”.
Argentina era toda una potencia en el boxeo con dos campeones mundiales y otros que tenían la posibilidad de pelear por el título. Tiempos en los que eran sólo dos los entes que regían ese deporte a nivel mundial. Y por supuesto, los campeones eran pocos y muy famosos.

Por eso Carlos Monzón explicaba los beneficios y las contras del estrellato: “Cuando llegué a campeón del mundo todos me querían. Decían que era un muchacho bárbaro, humilde. No digás que tenés dinero porque a la gente le da bronca. Ni se te ocurra fracasar en el matrimonio, porque pasás a ser un enemigo”.

Continuó: “Cuando filmé la película (La Mary, en 1974) decían que estaba listo como boxeador. Y subí al ring y lo maté a Mundine (10/5/74). Yo fumo, salgo, voy a cenar, pero cuando me meto en el gimnasio no hay cigarrillo, ni cena, ni nada”.

Estaba en pareja con Susana Giménez y llevaba cinco años como campeón. Víctor le contestaba: “Yo no tengo la suerte tuya de no engordar. Yo tomo un vaso de agua y engordo medio kilo. Me voy a sacrificar este año, junto el dinero para asegurarme y el año que viene peleo tres veces. Primero déjame tener la guita tuya”.

Monzón enérgico le decía: “No hablés guita ni de que vas a ganarle a fulano o mengano. Además tenés que pensar la pelea y no tirar mil trompadas. Cada mano que tirás es energía que quemás. Además cuando subás al ring olvidate del Himno de Argentina. Vos tenés que mirar la cara de Fourié y no dar ventajas. Cuando te levanten la mano, cantá el Himno, acordate de tus pibes y mandá saludos. En tu cabeza tiene que estar sólo el rival, es un enemigo. Alguien que te quiere afanar la guita y la gloria”.

Fueron años de triunfos en los que Monzón llevaba cinco años de campeón mundial y sus amistades eran del espectáculo. Galíndez comió del plato de la fortuna y ambos tuvieron un destino parecido: murieron en la ruta. Carlos en un accidente de tránsito y Víctor cuando caminaba por la banquina tras abandonar en una carrera de TC.

Vía: Ovación (archivo)