Tras retener su título por séptima vez, se prepara para una gran velada en Las Vegas y da una mano a través de un programa solidario.
Yésica Bopp siempre fue inquieta. Desde chica. «Era muy polvorita. Nunca me atrajeron los juegos con muñecas, prefería ir con mi hermano, a jugar con los chicos», reconoce. Así terminó en un gimnasio de boxeo a los 16 años, en una época donde mujeres boxeadoras había pocas. Así comenzó y se hizo un lugar en un deporte eminentemente machista. Pero esa inquietud fue más que física. Incluso cuando empezó su apogeo, ella tuvo claro que ser campeona mundial no sería para siempre.
«Hace cinco años que me preparo para ser más que una boxeadora», resalta. Por ahora, gracias a su talento, sacrificio y profesionalismo, se mantiene en la elite siendo –para los especialistas- una de las mejores 10 boxeadoras libra por libra del mundo. Incluso, hace 20 días, defendió su título minimosca AMB ante la mexicana Gabriela Sánchez. Pero lo suyo va más allá: estudió una carrera, se recibió de Psicóloga Social y tiene un marcado compromiso solidario que despliega con el programa Huella Weber que nuclea a buena parte de los mejores deportistas del país.
La Tuti, como la apodó su hermano de chica, viene de exponer con éxito su título mundial por séptima vez y elevó su récord a 35 ganadas (16 por nocaut) y una sola derrota (polémica, hace seis años). Pero ahora quiere más. Bopp es campeona de distintos cetros desde 2008 aunque pocas veces pudo pelear con las mejores, como ella quiso. «Generalmente hay un tema de negocios y poder por las organizaciones que intervienen. Mi sueño es estar en una gran velada en Las Vegas y sé que el primer paso es México. Ya he boxeado con varias mexicanas (tiene marca de 12-1) y si bien hay varias campeonas, ninguna quiere arriesgarse a pelear conmigo o me ofrecen mucho menos de lo que valgo», explica la Intocable, nacida hace 35 años en Wilde.
Mientras deshoja la margarita de una larga espera, Yésica nunca deja de entrenarse. «Tengo que estar siempre lista para el mejor combate posible. La motivación la saco de mi pasión por lo que hago y por el profesionalismo que entiendo es el mejor camino para triunfar. Yo tengo fe que voy a lograr abrir las puertas de México y Estados Unidos. Y, cuando ese momento llegue, debo estar 10 puntos», explica quien se sabe referente y actúa en consecuencia. “A nivel social tenemos una imagen y me parece importante transmitir valores, mensajes… Y para lograrlo hay que predicar con el ejemplo. Yo soy un caso palpable de que, con sacrificio, se consiguen los sueños. Me abrí paso en un mundo de hombre, hoy soy campeona y me respetan”, reflexiona.
Tuti es más que una boxeadora. Y por eso no desatiende sus otras pasiones, sobre todo las relacionadas con su rol en la sociedad. “Estudié Psicología Social para tener más herramientas y poder ayudar en un contexto complejo como el de hoy”, describe. Yésica lleva varios años como parte de la Huella Weber, programa solidario que se enfoca en mejorar la infraestructura de lugares carenciados. Ella, en el pasado, amadrinó dos gimnasios de boxeo, uno en Avellaneda y otro en Concordia, Entre Ríos. En ambos proyectos, la Huella destinó 108.460 pesos en reformas edilicias que mejoraron la calidad de la práctica del boxeo y el acompañamiento social a sus participantes.
Me encanta ayudar, involucrarme y acompañar nuevos sueños”, admite. Ahora se metió de lleno en la mejora de un complejo educativo que nació desde la Parroquia San José, ubicada en un barrio difícil de La Matanza. En el 2018 se construyó un colegio primario de 6.000m2, un microestadio y un centro de salud, además de refaccionarse siete casas que sirven para el tratamiento de adicciones. Pero, lejos de quedarse, fueron por más y ahora levantan tres jardines de infantes y un secundario. En este momento del proyecto se suman la Tuti junto a Huella Weber. Bopp fue a conocerlo, acompañada por Pilar Geijo, la nadadora de aguas abiertas que es otra de las embajadoras del programa social nacido en 2010. “Fue hermoso ir, encontrarnos con quienes lideran esta obra increíble y poder compartir un rato con los chicos. Nos encontramos que todos eran boxeadores y nadadores. Sabían de todo de nuestro deporte”, comenta Tuti con una sonrisa.
Es admirable la lucidez de Bopp a la hora de expresar sus convicciones. “Desde mi rol de Psicóloga Social entiendo que el entorno es clave. Los chicos que se crían en un lugar saludable, deportivo, con esperanza, perseverancia y con ejemplos de sacrificio seguramente van a imitar esos valores, esos comportamientos. Este complejo está en una zona de mucha carencia en la cual la droga, sobre todo la pasta base, ha circulado impunemente entre niños haciendo un desastre. Por eso un lugar así, tan hermoso, puede servir de contención y sacar a chicos de la calle. Puede ser, en definitiva, un faro de luz para la comunidad, y así empezar a crecer en educación, trabajo, espiritualidad y deporte. Estos ejemplos contagian y esto es justamente lo que buscamos”, resalta. Una campeona con Tuti.
Fuente: Clarín