Pasaron casi 49 años desde que le ganó el título mundial de los medianos en Roma a Nino Benvenuti. Transcurrieron 42 desde que derrotó por segunda vez al colombiano Rodrigo Valdés y se retiró del boxeo. Y poco más de 31 desde que Carlos Monzón fue sentenciado a 11 años de prisión por el homicidio de su exmujer Alicia Muñiz.

Hoy son tiempos en los que, a partir de la ficción «Monzón», producida por Disney Media Distribution Latin America, Turner y Pampa Films, y cuyos capítulos se emiten cada lunes a las 22 por la señal Space, la vida del excampeón de las 14 defensas mundialistas y que teminó en la cárcel en 1988 está volviendo a tomar repercusión. Muchas generaciones no lo vieron boxear y tampoco conocieron detalles de la parte más oscura de su existencia. Hasta su muerte, el 8 de enero de 1995, en un accidente en la ruta, cuando tenía 52 años.

Más allá del contenido de la citada serie de ficción, que ya mereció numerosas críticas por inexactitudes en el relato, hay voces más autorizadas que permiten refrescar algunas historias de Monzón de aquella época. Una de ellas es la del periodista santafecino Ricardo Porta, que siguió paso a paso la carrera del boxeador y que participa de un documental que se emitió también por Space, compartiendo vivencias y anécdotas de la carrera del exmonarca de los medianos.

Hace unas horas, en una nota por radio Mitre, Porta recordó detalles puntuales sobre Monzón. Entre ellas, si era verdad los celos con otro campeón mundial que tuvo nuestro país, el inolvidable Nicolino Locche. Y el día que el duro pugilista santafecino se quebró en la cárcel.

La charla técnica antes de ser campeón ante Benvenuti. «Aquel 7 de noviembre de 1970, en Roma, en la charla táctica en la suite estábamos Monzón, Amílcar Brusa (su entrenador) y yo. Cuando termina de hablarle, Brusa le pone el brazo sobre el hombro y le dice: ‘Bueno Carlos, vos no te hagas problema porque si el Tano te castiga, yo te tiro la toalla’. Monzón le puso la mano derecha sobre el hombro izquierdo a Amílcar y mirándolo fijamente le respondió: ‘Esta noche soy campeón del mundo, Amílcar'».

Cómo comunicó el retiro. «Para la segunda pelea con Rodrigo Valdés, Monzón se alojaba en un hotel enfrente del casino de Montecarlo. Allí fui después de la victoria. Tenía un grabador grande. Llego a la suite, estaba la puerta entreabierta y en penumbras. El estaba acostado, con el brazo izquierdo tendido, con una bolsa de hielo sobre una la muñeca, en la que tenía artritis crónica. Por eso era inyectado antes de cada combate. La bolsa de hielo se la sostenía su manager, Cacho Steimberg. Me vio entrar, me hizo señas de que encendiera el grabador. Lo hago y me dice: ‘Es la primera vez que me castigaron, es la primera vez que me derribaron. No peleo más’. Y se retiró, nunca más volvió a subir a un ring».
El día que lloró. «Lo visité varias veces en la cárcel. Al año, cuando sale el juicio, lo acompañé a Brusa. Era la primera vez que Carlos lo veía. Fue en la biblioteca de Batán. Estábamos sentados en una mesa larga, una suerte de tablón: Monzón, Brusa, Steimberg y un periodista del diario El Litoral ya fallecido. Ahí asistí al primer llanto de Monzón. Fue cuando Amílcar Brusa le dijo: ‘Quedate tranquilo, yo tengo fe, yo te conozco y esta es la pelea más difícil que vas a tener, pero la vas a ganar como a todas’. Y ahí Carlos dejó caer algunas lágrimas».

No llenaba el Luna Park. «Su momento culminante fue aquel cross de derecha con el que tumbó a Nino Benvenutti. Un día, Angelo Dundee, ex entrenador de Muhammad Ali y de Ray Sugar Leonard, lo definió tal cual era. En ese entonces, Dundee también dirigió a Mantequilla Nápoles, figura mundial que subió dos categorías (de welter a mediano) para enfrentar a Carlos. Y Monzón le ganó categóricamente en París. Cuando terminó la pelea, Dundee lo abrazó a Brusa y le dijo: ‘Vos sí que tenés un negrito práctico’. Y eso era Monzón: tenía un estilo que no gustaba, nunca pudo llenar el Luna Park, pero era muy práctico».

Fuente – Foto : LA NACIÓN