Pablo, ex medallista olímpico y campeón del mundo, es el entrenador de Javier, que el 24 de agosto irá por el título interino de los supergallos AMB ante Brandon Figueroa.

Por Luciano González / Clarin.com

Los guantes son un bien compartido en esta familia mendocina. El que inició el camino fue Alejo Chacón, que llegó a hacer casi 70 peleas como amateur en las décadas de 1960 y 1970 mientras alternaba los rings con los trabajos de albañilería en Las Heras. Deseoso de seguir la senda de su padre, Pablo, el segundo de cinco hermanos, empezó a tirar golpes a los 10 años y así llegó a ser medallista olímpico en Atlanta 1996 (compartió el tercer escalón del podio con Floyd Mayweather) y campeón pluma de la Organización Mundial de Boxeo. El relevo lo tomó Javier, el menor de los varones Chacón, que -con Pablo como entrenador- intentará emular el logro de su hermano y ajustarse un cinturón mundial. Sería un hito para el boxeo argentino. Y, claro, para la familia.

El reto será frente al estadounidense Brandon Figueroa por el título interino supergallo de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) el 24 de agosto en Edinburg, en el extremo sur del estado de Texas. Esta será la tercera chance para Chispita, que en marzo de 2014 cayó por puntos frente al panameño Anselmo Moreno por el cinturón gallo de la AMB y ocho meses más tarde, por la misma corona, debió abandonar por una lesión en el hombro derecho en el 10° round de una pelea cerrada ante el inglés Jamie McDonnell. “Esta es una de mis últimas oportunidades y no quiero dejarla pasar. Por eso hicimos una muy buena preparación y estamos con muchas ganas de traer un título que tanta falta le hace a Mendoza y a la Argentina”, le cuenta a Clarín.

Chacón se ganó esta oportunidad tras derrotar en fila y en poco más de seis meses a Claudio Echegaray, Román Reynoso y Emanuel Cusolito y así conquistar el torneo Súper 8 de la categoría supergallo que había organizado el promotor Sampson Lewkowicz. “Nos había prometido una pelea en el exterior. Obviamente no esperábamos una chance por un título mundial, pero se dio y fue una sorpresa muy positiva”, admite su hermano Pablo, quien se muestra cauto, pero confiado: “Sabemos que Figueroa es muy joven, pega duro y es un gran peleador, pero Javier es un boxeador muy experimentado que tiene todas las condiciones para ganarle”.

El menor de los Chacón comenzó a familiarizarse con los guantes y las bolsas de la mano de su hermano. “Desde chiquito anduve con él para todos lados, siempre lo seguía. Cuando empezó a boxear, me llevaba al gimnasio”, recuerda. De acompañante pasó a aficionado y luego construyó una carrera profesional que ya acumula tres lustros y 34 peleas (29 triunfos -9 por nocaut-, 4 derrotas y un empate). A los 38 años, está convencido de que el calendario no será un rival, sino un aliado ante Figueroa. “Esta chance me agarra en uno de los mejores momentos de mi vida. Me siento muy bien mental y anímicamente, tengo hambre y la cabeza bien asentada. Estoy maduro y no siento la edad que tengo”, sostiene el campeón argentino y sudamericano supergallo.

Su adversario, de 22 años, invicto en 19 combates profesionales y también integrante de una familia de boxeadores (su padre Omar es su entrenador y su hermano mayor, Omar Jr, también es pugilista y fue campeón mundial ligero del Consejo), se presume amplio favorito para su primera defensa del título interino que conquistó el 20 de abril, cuando derrotó por nocaut técnico en el octavo round al venezolano Yonfrez Parejo. Sin embargo Javier no se achica: “Muchas veces fui de punto y tengo claro que esta vez también. Estoy acostumbrado y creo que voy a dar un batacazo”.

Cerebral como era en el cuadrilátero, Pablo analiza las claves del combate que desde hace semanas están preparando en el gimnasio que el ex campeón mundial tiene en Las Heras desde 2003, cuando todavía era boxeador (se retiró en 2006, a los 30 años, por el desprendimiento de las retinas de ambos ojos). “Figueroa tiene muy buena altura, pero a pesar de eso le gusta mucho pelear en la corta distancia, es un guerrero. Javier es difícil de golpear, esquiva muy bien, tiene muy buena defensa bloqueando y no es de irse a los cruces así como así. Pero también tiene su pegada”, advierte el Relámpago, y asegura que si la pelea se alarga, las chances crecen: “Javier siempre va de menos a más, estudiando al rival y tratando de anularlo. Empieza a trabajar a partir del cuarto o quinto round”.

Chispita coincide con la evaluación de su hermano: “Figueroa va siempre para adelante, ahoga a los rivales, tira y tira. Pero la mayoría de los que lo enfrentaron fueron peleadores, nadie lo hizo errar golpes. Yo tengo la capacidad para hacerlo fallar y para contragolpear. Y él no esquiva golpes. Además me gusta y me favorece pelear con tipos más altos, los trabajo bien”. Además cree que la presión será un factor a explotar: “Él es muy joven, esta será su primera defensa y será en su casa. Eso le puede jugar en contra. Yo tengo mucha experiencia y me voy a apoyar en eso”.

Los Chacón suenan tranquilos y confiados en la preparación que realizaron íntegramente en Mendoza, donde permanecerán hasta el viaje a Estados Unidos, previsto para el domingo. “Hicimos una muy buena base de resistencia corriendo en la montaña. Y acá tenemos todas las condiciones: un buen gimnasio y buenos sparrings”, explica Pablo. Entre quienes están guanteando con Javier destaca el ex campeón mundial pluma Jonathan Barros, también pupilo de Pablo.

Una victoria del mendocino no solo volvería a colocar a Argentina entre los países con al menos un monarca mundial (no tiene desde que la AMB despojó del título wélter a Brian Castaño en junio), sino que además marcaría un hito en el boxeo nacional: los Chacón serían el tercer par de hermanos campeones y el primero de hombres: hasta ahora lo consiguieron Lucas y Soledad Matthysse, y Daniela y Evelyn Bermúdez.

Esa cita con la historia es una de las motivaciones de Javier, pero también lo es una imagen que registró cuando tenía 20 años y todavía atesora en su memoria: la de Pablo con el brazo en alto sobre el ring del Kisstadion de Budapest tras noquear al húngaro Istvan Kovacs y conseguir su título mundial. “Recordar que mi hermano fue campeón del mundo peleando afuera me da muchísima energía -cuenta-. Sería hermoso que ahora pudiéramos estar los dos juntos, levantando ese cinturón”.

De la mochila a la gratitud

Al igual que su hermano y que Juan Carlos Reveco y Jonathan Barros, otros dos campeones mundiales mendocinos, Javier Chacón se formó junto a Ricardo Bracamonte, histórico entrenador de esa provincia. Sin embargo Pablo lo acompañó desde que colgó los guantes y hace casi un lustro es su entrenador principal. Conjugar el vínculo familiar con la labor profesional puede parecer complicado. Sin embargo ellos no lo viven así.

“Hay que separar las partes: el entrenamiento es una cosa y el parentesco, otra. A la hora de trabajar, no hay diferencias con lo que hago con cualquier otro boxeador”, enfatiza Pablo, quien, de todos modos, admite que la situación que ahora les toca afrontar tiene “un sabor especial”. “Claro que sí, porque él es mi hermano. Además, si esto se da, vamos a hacer historia”, explica.

Javier reconoce que ser el hermano de no le resultó sencillo. “Al principio de mi carrera, cargaba esa mochila. Hasta que no hice mi propio nombre, no me la pude sacar”, confiesa. Superada esa etapa, tener a Pablo en su esquina fue pura ganancia. “Tiene mucha experiencia, me cuida mucho, como a todos sus boxeadores, y me transmite mucha tranquilidad”, remarca. Y añade: “Me hace muy feliz trabajar con él, verlo en mi rincón me hace pensar en toda mi familia”.

Esa familia ya tiene su tercera generación vinculada a los cuadriláteros, con dos sobrinos de Pablo y Javier: Tania Pereyra (ya con experiencia profesional) y Luciano Chacón (esta desarrollando su campaña amateur). La última en sumarse fue Dana, la hija mayor de Chispita. “Tiene 15 años, ya tiene dos peleítas y anda muy bien”, cuenta, orgulloso, su padre.