Es lo primero que le manifestó Muhammad Ali a Frazier, al término del tercer choque entre ambos, del que hoy se cumplen 44 años, conocido como Thrilla in Manila. Agotados y doloridos al extremo, antes del comienzo del 15º y último asalto ninguno de los dos quería salir a pelear.
Por Julio M. Cantero
Siempre fueron el agua y el aceite pero, Muhammad Ali y Joe Frazier –dos de los mejores pesados del siglo pasado–, conformaron una trilogía de peleas que, por lejos, es recordada como uno de los duelos más duros de toda la historia del boxeo.
Tres veces se vieron las caras sobre un ring. La primera fue el lunes 8 de marzo de 1971 y Frazier, además de GPP 15 (unánime) y retener sus coronas AMB-CMB pesadas, se dio un gusto único: le sacó el invicto como profesional a Ali –casi nada–, tras derribarlo en el 15º y último round.
La segunda oportunidad en la que se enfrentaron fue el lunes 28 de enero de 1974, y Ali se tomó revancha al GPP 12 (unánime) y conservar así la corona estadounidense de la máxima división. Estas dos primeras peleas tuvieron lugar en el Madison Square Garden de Nueva York.
Pero la tercera y última ocasión en que chocaron estos formidables trenes expresos, fue el 30 de septiembre de 1975 y, a 44 años de este combate –que hoy se cumplen–, aún se lo recuerda como uno de los más brutales –por lejos– que sostuvieran jamás dos pesos pesados, ya que intercambiaron durísimos golpes durante 14 rounds, en una guerra que se extendió 42 minutos.
Muhammad Ali tenía 33 años. Vino al mundo el 17 de enero de 1942 en Louisville, Kentucky. Tras alzarse con el oro olímpico en mediopesado en los Juegos de Roma 1960, ganó su primer cetro pesado –con solo 22 años y en la 20ª pelea– el 25 de febrero de 1964, cuando le GKO 7 a Sonny Liston en Miami.
Por su parte, Joe Frazier tenía 31 años. Nació en Beaufort, Carolina del Sur, el 12 de enero de 1944. Ganador de la medalla de oro en pesado en los Juegos Olímpicos de Tokio 1964, conquistó el título de la máxima división (no unificado) el 4 de marzo de 1968 (le GKOT 11 a Buster Mathis), y el absoluto, el 16 de febrero de 1970 al GKOT 5 a Jimmy Ellis.
Thrilla in Manila
Con este nombre promocionó el festival Don King (¿quién otro podía organizarlo?), cuyo escenario fue el Coliseo Araneta, en Quezón City, en la Gran Manila, que estuvo colmado por 26.000 espectadores.
¿Por qué acá? Por los graves problemas sociales, políticos y económicos que atravesaba el país, el dictador Ferdinando Marcos quiso mostrarle al mundo que en Filipinas reinaba la paz, no había conflictos ni marchas de protesta y, la población, estaba contenta a más poder, a pesar de la ley marcial que imperaba desde el 23 de septiembre de 1972… Nada nuevo que muchos otros hicieron para intentar lavar su imagen. Por caso, en 1974 había organizado un certamen de Miss Universo. Es más: el estado filipino se hizo cargo de la bolsa de Ali, que fue de 4.500.00 dólares, y de varios gastos organizativos más.
King, un ex convicto, y celebérrimo por sus pelos parados, se aseguró los derechos del combate y, a cambio de excelentes ganancias televisivas, llegó a un rápido acuerdo con Marcos y programó la pelea en Asia. Tal es así que, entre los 62 países que recibieron la transmisión en directo, por primera vez fue incluida la Unión Soviética. Sin contar otros ingresos, la recaudación de la pelea ascendió a 1.520.000 dólares.
Para que se viera en horario central en los Estados Unidos, la misma empezó a las 10.45 de la mañana –hora filipina– del miércoles 1 de octubre. En territorio estadounidense, se desarrolló el martes 30 de septiembre, y comenzó a las 21.45 en Nueva York, a las 20.45 en Chicago, y a las 18.45 en Los Ángeles. Por eso, a la pelea se la recuerda con las dos fechas.
¿Y cómo llegaban ambos? George Foreman había aplastado a Frazier el 22 de enero de 1973 (le GKO 2 en Kingston, Jamaica, y le quitó el título). Por su parte, Ali, en su obra maestra –también organizada por Don King– se lo arrebató a Big George el 30 de octubre de 1974, en Kinshasa, Zaire (le GKO 8, y recuperó el cetro que le sacaron el 27 de abril de 1967, cuando se negó a ir a la guerra de Vietnam).
En la previa, la lengua de Ali funcionó a la perfección, como en toda su carrera (por caso, predijo 17 veces cuándo noquearía a sus rivales, y acertó en 13). Pero en esta ocasión, su inspiración fue aún mayor. Hasta llevó un gorila de peluche, al que golpeaba en las conferencias de prensa. “¡Vamos, gorila, estamos en Manila!”, ante el enojo de Smokin’ Joe, quien había llegado a pedirle al presidente Richard Nixon que le permitiera pelear a Ali y hasta le prestó dinero cuando éste se encontraba suspendido. Por eso, juró venganza cuando se encontraran sobre el ring.
“Él no sabe hablar, él no sabe boxear, él no sabe bailar”, disparó El Más Grande en la ceremonia del pesaje, que se realizó cinco días antes del combate. Ali acusó en la balanza 101 kilos; su retador, 97,300 y, a partir de allí, solo restaba esperar que chocaran los planetas.
Dos guapos de verdad
Con la presencia en el ringside preferencial de Marcos y su esposa Imelda, la pelea fue de toma y daca permanente y, ninguno, dio ni un paso atrás. Frazier, con su clásico juego de cintura, acortó distancias y con sus devastadores ganchos de izquierda –una verdadera marca registrada– impactó en el cuerpo de un Ali quien, con sus jabs quirúrgicos y derechazos a fondo –también patentados–, golpeó a su retador con fiereza una y otra vez, sobre todo en la cabeza. Pero el duelo también fue dialéctico, ya que Ali provocó a su archirrival durante toda la pelea: “¿Esto es todo lo que sabés, gorila?”, fue una de las frases que más repitió.
Durante toda su carrera, Frazier peleó con su ojo izquierdo prácticamente sin visión, porque padecía de cataratas, de las que recién se operó tras su retiro: Ali concentró ahí su ataque. “No podía ver y la Mariposa (así lo llamaba Smokin’ Joe a Ali) me cerró el derecho. Estuve casi ciego toda la pelea“, recordaría.
Solo ellos y sus almas saben cómo aguantaron el esfuerzo sobrehumano de golpearse sin tregua desde la campana inicial, y bajo un calor sofocante de más de 40° en un estadio cerrado. En el descanso entre el 14º y 15º y último round, estaban –en el estricto sentido del término– al borde del desmayo.
Eddie Futch, el DT de Frazier, decidió que el combate terminara y, a pesar de las protesta de Smokin’ Joe, quien quería continuar, le dijo: “No one will ever forget what you did here today” (“Nadie olvidará lo que hiciste aquí hoy”), y le indicó al árbitro local Carlos Padilla que su pupilo, que había sobrepasado el límite de sus fuerzas, no seguiría.
Pero lo que Futch y Frazier desconocían era que el mismísimo Ali –quien tampoco daba más–, le había pedido al término del 14º round a su técnico, Angelo Dundee, que le cortara y sacara los guantes por el dolor insoportable que sentía en sus puños, lo que sería corroborado años después por Thomas Hauser, el biógrafo personal de El Más Grande.
Entonces, sorprendido por el abandono de su rival, Dundee le pidió a Ali que se parara: por el solo hecho de hacerlo y levantar su brazo en señal de victoria, se llevó el triunfo por KOT 14 y, de este modo, el oriundo de Louisville cerró 2-1 a su favor esta inolvidable trilogía entre dos verdaderos guerreros en la cual, en total, se fajaron durante ¡41 rounds! Al momento de la definición, el campeón estaba arriba en las tarjetas de las autoridades de la pelea, todas filipinas: 66-62 y 67-62 (los jueces Larry Nadayag y Alfredo Quiazón, respectivamente), y 66-60 (el árbitro Carlos Padilla).
Estos guarismos se deben a que al ganador de cada round se le otorgaban 5 puntos, y no 10 como en la actualidad.
El Más Grande –que retuvo por cuarta vez sus coronas AMB-CMB en su segundo reinado– estaba tan cansado, que ni tuvo fuerzas para festejar y se desplomó en su rincón. Solo le dijo a Frazier sobre el ring: “Con vos nunca más, Joe. Esto fue lo más parecido a la muerte”. Poco después, se lo repetiría en un hospital de Manila, donde ambos fueron trasladados ese inolvidable día.
El combate fue elegido como “Pelea del Año” por la revista The Ring en 1975 y, la cadena ESPN lo nombró el quinto mayor evento deportivo del Siglo XX.
“Si Dios me eligiera para una guerra santa, pediría combatir al lado de Joe Frazier”, lo elogió públicamente. Incluso, afirmó: “He is the greatest fighter of all times, next to me” (“Es el mejor boxeador de todos los tiempos, después de mi”). Y, en el libro autobiográfico de Ali, se recuerda otra muy curiosa anécdota. Esa noche, en una cena de gala que ofreció Ferdinando Marcos en su residencia, Frazier se excusó de asistir pero, no obstante, le mandó una nota a su rival: “Te di golpes que derriban paredes y te mantuviste firme. Sos un gran campeón”.
Entonces, Marcos le recordó a Ali la apuesta de un millón de dólares pactada previamente entre ambos púgiles. “No, Joe no me debe nada. Y yo tampoco le debo nada. Nos pagamos todas las deudas que teníamos y que jamás tendremos el uno con el otro. Ahora, los dos quedamos liberados”, respondió El Más Grande.
Durante muchos años, Frazier jamás olvidaría las hirientes y ofensivas palabras con las que Ali lo descalificó antes de Thrilla in Manila. Por su parte, Ali mostraría su arrepentimiento en varias ocasiones: “Dije muchas cosas en el calor del momento… Lo llamé por nombres que nunca debí haberlo llamado. Pido disculpas por eso. Lo siento mucho. Todo tuvo el propósito de promover la pelea”, reconocería.
El lunes 7 de noviembre de 2011, Smokin’ Joe, quien pasó la última etapa de su vida sumido en la pobreza, falleció en Filadelfia, a los 67 años, debido a un cáncer de hígado, y fue sepultado en el Ivy Hill Cemetery de Alexandria, Virginia. Ali, quien luchaba contra el Parkinson desde 1984, asistió a su funeral y, al referirse a su archirrival, dijo: “El mundo perdió a un gran campeón. Siempre recordaré a Joe con respeto y admiración”.
Dos años antes de su muerte, Frazier había declarado, en una entrevista a la revista Sports Illustrated, que ya había dejado atrás su resentimiento contra El Más Grande, quien nos dejó el viernes 3 de junio de 2016, a los 74 años, en Scottsdale, Arizona y, sus restos, descansan en el Cave Hill Cemetery de Louisville, Kentucky, su ciudad natal.
Fuente: AireDeSantaFe.com.ar