Oscar Natalio Bonavena hace algunos días hubiera cumpliado 77 años. Ringo, quien hablaba hasta por los codos y al que recibieron presidentes y miembros del jet set, fue showman, actor, cantante y, también, boxeador. Murió asesinado a los 33, en Reno (Nevada) Estados Unidos.

Por Julio M. Cantero

¿Podía una mole de más de 90 kilos, zurdo, y con pies planos, ser boxeador? Sí: Oscar Natalio Bonavena lo demostró. Aunque no fue un dechado de virtudes técnicas sobre el ring, su orgullo, guapeza y, sobre todo, el enorme poder de sus puños, lo depositarían en el sitial de honor que ocupa entre los mejores pesados de la historia del pugilismo criollo.

Nació el viernes 25 de septiembre de 1942, en la casa paterna de Treinta y Tres Orientales 2189, en el barrio de Parque Patricios, Capital Federal, y pesó 3,950 kilos. Fue el sexto hijo (y el cuarto varón) de los nueve que conformaron la descendencia de Vicente Bonavena, un motorman de tranvía, y Dominga Grillo, lavandera y empleada doméstica.

A los 11 años ya pesaba 60 kilos y, tras abandonar la escuela en 6° grado para comenzar a trabajar, se inició en la práctica del boxeo en 1958, con 16 años, en el club Huracán –del que fue un hincha fanático–, a las órdenes de los hermanos Juan y Bautista Rago, quienes lo acompañarían durante gran parte de su carrera. En 1959 debutó como amateur en el club Unidos de Pompeya, en 1960 se consagró campeón argentino pesado en Novicios y, además, logró dos cetros latinoamericanos (Montevideo 1961, y Buenos Aires 1962), y uno sudamericano (San Juan 1962).

En 1963 integró el equipo nacional en los Juegos Panamericanos de San Pablo, Brasil, donde fue descalificado ante el estadounidense Lee Wallace Carr ya que, tras caer dos veces, preso de la impotencia, le mordió la tetilla derecha a su rival. De regreso en Buenos Aires, la Federación Argentina de Box (FAB) lo sancionó “por falta de honor y entereza deportiva” y, con el sueño de ir a los Juegos Olímpicos de Tokio 1964 hecho trizas, en diciembre de 1963 se fue a los Estados Unidos.

Debutó como profesional el 3 de enero de 1964 (le GKOT 1 a Louis Hicks en el Madison Square Garden de Nueva York), e hilvanó una serie de ocho victorias, siete por la vía rápida. Su bolsa por derrotar al moreno oriundo de Brooklyn fue de 120 dólares, lo mismo que en 1922 había cobrado Luis Ángel Firpo cuando disputó su primera pelea rentada en los Estados Unidos.

Ese mismo año, nació el apodo de Ringo, que lo acompañaría hasta el fin de sus días, y que reemplazó al Titi con el que lo llamab  an desde niño. El 26 de febrero de 1965 y, en su novena pelea, perdió su invicto ante el veterano Zora Folley, quien le GPP 10 en el Madison neoyorquino.

En los Estados Unidos –país al que admiró, y en el que moriría­–, Bonavena aprendió muy bien el arte de la autopromoción y, a partir de ahí, se reinventó a sí mismo en forma permanente. Hábil declarante, tras cada derrota desempolvaría el manual de excusas porque, siempre, la finalidad sería la misma: vender el producto llamado Ringo, al que tratarían desde presidentes hasta la barra de Huracán, pasando por vedettes, miembros del jet set internacional y empresarios.

El sábado 4 de septiembre de 1965, en su 16° pelea profesional y, con 92,500 kilos, le GPP 12 (unánime) al sanjuanino Gregorio Manuel Peralta y se alzó con el título argentino pesado, la única corona profesional que conquistó en su trayectoria, con récord de público –aún no igualado– en el Luna Park capitalino: hubo 25.236 espectadores (5.000 quedaron afuera), y se recaudaron 13.196.500 pesos, casi 55.000 dólares de la época. Esa noche, los jueces vieron ganar a Ringo quien, tres semanas después, cumpliría 23 años, por 237-232 (Fortunato Giusti), 238-229 (Juan Varde), y 238-230 (José Stern).

Un supuesto desplante de Peralta le sirvió a Bonavena para promocionar este choque. El año anterior, cuando Goyo se preparaba para enfrentar al campeón mundial mediopesado, el estadounidense Willie Pastrano (monarca de esta división entre 1963 y 1965, cuyo verdadero nombre era Wilfred Raleigh Pastrano), y que el viernes 10 de abril de 1964 retendría sus cetros AMB-CMB al vencer al sanjuanino por nocaut técnico en el 5° asalto en el Municipal Auditorium de Nueva Orleans, Ringo se habría ofrecido como sparring del retador, a lo que Peralta no accedió.

“Este quiere hacerse famoso conmigo, que vaya a laburar”, habría sido el “argumento” por el cual Goyo rechazó contar con la colaboración de Bonavena. Por eso, Ringo se aferró a esto para denostar al campeón una y otra vez y desafiarlo públicamente por la corona nacional de los pesados. “¡Que me traigan a Peralta!”, repetiría incansablemente. Tan mal habló que, al ingresar al cuadrilátero, fue muy abucheado por el público, decididamente volcado hacia Goyo, quien era el favorito para quedarse con la victoria.

Antes de la pelea, ingresó al vestuario de Peralta y, tras golpear la puerta, le gritó en tono burlón: “¡Vas a pelear conmigo, te voy a arrancar la cabeza!” Esta es solo una muestra de cómo era  Bonavena quien, luego de vencer claramente a Goyo, lo abrazó y, llorando, le pidió disculpas por todo lo que había dicho de él y lo invitó a almorzar al día siguiente los famosos ravioles de doña Dominga. Aunque el sanjuanino no acudió a la cita, tras la comida, Ringo, de traje gris y corbata negra, salió a caminar por Parque Patricios con el cinturón de campeón argentino colocado en su cintura.

Siempre en el centro de la escena

Bonavena fue muy amigo de Palito Ortega y se le atribuyeron varios romances con  muchas vedettes. Habitué de la mítica discoteca Mau Mau, se desplazaba en un impactante Mercedes Benz, y llegó a vivir en una suite del hotel Alvear. Fumaba muy finos habanos, era habitual que vistiera las mejores marcas del mundo, y que solo usara perfumes importados. También incursionó en el cine: actuó en “Muchachos impacientes” (1965); “Pasión dominguera” (1970), y “Los chantas” (1975). También se casó con Dora Raffo, y tuvo dos hijos: Natalio Oscar, y Adriana Nancy.

Bonavena imponía respeto con su 1,80 metro (era un centímetro más bajo que Carlos Monzón, quien era mediano y pesaba 20 kilos menos) pero, a pesar de su voz aflautada y de pito, que causaba gracia, grabó el tema Pío Pío y vendió más de 40.000 placas. Mientras repartía su tiempo entre sus actuaciones en el teatro de revistas junto con Zulma Faiad, las publicidades televisivas (y en un programa con Pepe Biondi), la aparición en todos los medios (si era en Crónica, propiedad de Héctor Ricardo García, el padrino de bautismo de su hijo Natalio Oscar, mejor) y, por último, el boxeo, Bonavena escaló en el ranking mundial hasta llegar a disputar una eliminatoria (con otros siete púgiles) por el título pesado de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), que estaba vacante.

Al grupo lo integraban seis estadounidenses (Thad Spencer, Ernie Terrell, Jimmy Ellis, Leotis Martins, Jerry Quarry y Floyd Patterson), un alemán (Karl Mildenberger), y el propio Ringo. El sábado 16 de septiembre de 1967, le GPP 12 en el Waldstadion de Frankfurt, Alemania, a Mildenberger pero, el sábado 2 de diciembre del mismo año, fue eliminado del certamen por Ellis, quien le GPP 12 (unánime) en el Freedom Hall de Louisville. Fianlmente, éste se coronaría  monarca AMB el 27 de abril de 1968 al vencer a Quarry (en fallo mayoritario tras 15 rounds) en el County Coliseum Arena de Oakland, California.

Al año siguiente, Ringo se vengó de dos de sus vencedores, superando a ambos en el Luna Park. El sábado 20 de abril, noqueó en tres rounds a Lee Carr (ante quien había sido descalificado como amateur cinco años atrás) y, el sábado 6 de julio, venció en decisión mayoritaria, tras 10 rounds, a Zora Folley.

El martes 10 de diciembre de 1968, en el Spectrum de Filadelfia, Bonavena combatió por única vez por una corona mundial: cayó en 15 asaltos (en fallo unánime) frente a Joe Frazier, quien retuvo su cetro reconocido en los estados de Nueva York, Massachusetts, Illinois y Maine y, desde el 13 de marzo de 1969, por Pennsylvania. Esta fue la segunda vez que enfrentó a Smokin’ Joe ya que, el miércoles 21 de septiembre de 1966, el formidable moreno, quien en esa oportunidad fue derribado dos veces por Ringo, le había ganado, en 10 rounds (y en fallo dividido), en el Madison Square Garden.

Su choque con Muhammad Ali

El 14 de octubre de 1970, en las oficinas de Miami de Chris Dundee -hermano de Angelo Dundee, el entrenador de Muhammad Ali-, Ringo firmó el contrato para enfrentar a El Más Grande, que le garantizó una bolsa de 100.000 dólares. El 26 de octubre siguiente, Ali le GKOT 3 a Jerry Quarry en el City Auditorium de Atlanta, en el que fue su regreso a los rings tras haber estado proscripto desde 1967 por negarse a combatir en la guerra de Vietnam.
En la previa, el oriundo de Louisville vaticinó un nocaut en el noveno round (a lo largo de su carrera, El Más Grande predijo 17 veces en qué asalto ganaría, y acertó en 13), pero Ringo lo dejó sin palabras: ante el asombro de todos, lo llamó “chicken” (gallina, o cobarde) por no ir a la guerra y, además, se dirigía al mismo como “Cassius Clay”, el anterior nombre del estadounidense que cambió por el de Muhammad Ali (“El más altamente digno”) al convertirse al islamismo en 1964, cuando se coronó campeón mundial pesado por primera vez.

La pelea, televisada en directo para nuestro país por Canal 13, alcanzó los 79,3 puntos de rating, marca que recién sería superada 20 años después, por los 82 de la semifinal del Mundial de fútbol de Italia 1990 entre la Argentina y el anfitrión.

El combate se disputó el lunes 7 de diciembre de 1970, en el Madison Square Garden de Nueva York, y Ringo, con un coraje reconocido hasta por el mismísimo Muhammad, lo tuvo sentido en el 9°, el mismo asalto donde el moreno había vaticinado su victoria. Bonavena fue un canto al coraje, pero Ali era muy superior: en el 15° y último round, lo derribó tres veces y, el árbitro Mark Conn, dijo basta a los 2’03” y decretó el nocaut técnico.

El absurdo final

Ringo sufriría sus dos últimas derrotas también en los Estados Unidos. El viernes 11 de febrero de 1972, en el Madison Square Garden, PPP 10 (unánime) ante Floyd Patterson, ex campeón mundial pesado 1956-1959, y 1960-1962 y, el 19 de marzo de 1974, cayó en 12 asaltos (unánime) frente al local Ron Lyle en el Denver Coliseum de Denver, Colorado.

Tiempo después, el siciliano Joe Conforte, dueño del Mustang Ranch, un burdel situado en las afueras de Reno, Nevada, le compró su contrato al promotor puertorriqueño José Montano y se convirtió en su nuevo manager. Camino a su ocaso boxístico, Ringo combatió ante rivales menores y, el jueves 26 de febrero de 1976, le GPP 10 al estadounidense Billy Joiner. Fue su última pelea y, su récord profesional, fue de 58-9-1 (44 ko). Solo dos meses y 26 días más tarde, su vida llegaría a su fin..

La estrecha relación entre Bonavena y Sally Burgess Conforte –esposa de Joe, y 21 años mayor que Ringo– no era del agrado del titular del prostíbulo quien, junto al sheriff Robert Di Carlo, le habían “sugerido” a Ringo que se alejara del Mustang Ranch para “evitar complicaciones mayores”.

Quizás, solo quizás, Bonavena creyó que, con la viveza criolla y la calle que tenía, le alcanzaría para ser exitoso en las entrañas mismas de la mafia estadounidense del juego y la prostitución. Quizás, solo quizás, pensó que podía quedarse con la mujer del mafioso Joe y, a partir de allí, asegurarse una muy buena vida. Lo único cierto es que estuvo en el lugar equivocado, y se metió con la gente equivocada.

Ringo hasta se había casado con Cheryl Ann Rebideaux, de 24 años, quien trabajaba en el prostíbulo y era conocida como “Daisy”, para poder tener su residencia definitiva –y la ciudadanía, claro– en los Estados Unidos. El matrimonio se celebró el 19 de febrero de 1976 (una semana antes de enfrentar a Joiner) ante el juez John Gabrielli.

Cerca de las 6.30 –hora de la costa oeste de los Estados Unidos– del sábado 22 de mayo de 1976, tras haber estado apostando en el casino Harra’s y, vestido con un jean, una camisa roja y botas texanas, Bonavena (quien vivía en una casa rodante cercana al burdel y, pocos días antes, había encontrado su pasaporte quemado), arribó al Mustang Ranch.

A los gritos, pidió ver a Joe Conforte y, John Coletti, uno de los guardaespaldas del rufián, le pidió que se retirara. Ante la insistencia, le advirtió que no lo recibiría y, mientras discutían en la entrada, se escuchó un disparo. Ringo se desplomó de cara al cielo. Willard Ross Brymer, otro de los guardaespaldas, le había disparado desde una de las torres de vigilancia con un rifle Remington 30.06 y, la bala, le atravesó el corazón. Solo tenía 33 años, ocho meses y un día…

Ese mismo sábado y, en un épico combate, Víctor Emilio Galíndez le GKO 15 a Richie Kates en el  Rand Stadium de Johannesburgo. Pero ni la inmensa herida sobre su arco superciliar derecho, ni la gran cantidad de sangre que perdió, hicieron mella en el espíritu del por entonces monarca mediopesado AMB, que retuvo por quinta vez su título. Pero, al enterarse de la muerte de Ringo, su ídolo, y con quien mantenía una gran amistad, hizo que comenzara a llorar desconsoladamente.

El lluvioso y frío sábado 29 de mayo siguiente, unas 150.000 personas despidieron a Bonavena en el Luna Park y, sus restos, descansan en el cementerio de La Chacarita.

Su recuerdo

Poco después de su muerte, el recordado Ulises Barrera lo definió magistralmente. “Ringo fue un extrañísimo fenómeno, y no solo por sus ocurrencias, sino porque era un boxeador con los pies totalmente planos y sin base de sustentación. Allí me expliqué por qué este hombre para hacer footing tenía que ir al hipódromo, ya que era el único lugar donde se sentía bien, corriendo en la arena.

Era un milagro que subiera al ring. Solía tirar unos golpes abiertos muy largos, que Luis Ángel Firpo los llamaba telegramas, porque vienen de muy lejos. Llegar a pelear con Clay (NdeR: Muhammad Ali) e, inclusive, llegar a hacerle temblar la osamenta con un golpe, fue una hazaña para Bonavena, tanto que hoy se puede decir, recorriendo récords, que se convirtió en el peso pesado argentino de mejor trayectoria”, detalló el Maestro.
En memoria de Ringo, se erigieron tres estatuas. La primera, de granito, inaugurada el sábado 11 de octubre de 2003, se encuentra frente a la sede de Huracán –avenida Caseros 3159, dentro de la plaza de Parque Patricios–, mide 3,20 metros (con un pedestal de un metro), pesa 450 kilos, y es obra de la escultura Mariana Brihuega.
La segunda, se ubica en la platea Miravé del estadio Tomás Adolfo Ducó, y es de tamaño natural. En la misma, Ringo se encuentra sentado, con el torso desnudo, y mirando hacia un costado, recreando la famosa imagen en el pesaje previo a su combate con Muhammad Ali. Fue una idea de Alexis Cattáneo, encargado del estadio, y su amigo Carlos Valdez, quienes reunieron el dinero para pagar la escultura. La misma fue presentada en el partido de Huracán y Boca, disputado el sábado 12 de mayo de 2018, y que finalizó 3 a 3. Asimismo, la cabecera local del estadio también lleva el nombre de Ringo y, habitualmente, los fanas del Globo cantan: “¡Somos del barrio, del barrio de La Quema! ¡Somos los hinchas, de Ringo Bonavena!”

Por último, el pasado viernes 5 de abril se inauguró la tercera, también de tamaño natural, ubicada en el primer piso de la sede del Globo, realizada en resina poliéster por el escultor Hugo Ciciro.

Sus innumerables excentricidades y bravuconadas publicitarias (siempre les pidió perdón a sus rivales por las barbaridades que llegó a decir de ellos antes de las peleas) hacen que, a la hora del análisis intelectual, Oscar Natalio Bonavena sea, para muchos, un personaje poco menos que indescifrable. Nada que ver. Fue un tipo común y corriente que, con su exposición constante –hoy le dirían mediático–, desenmascaró la hipocresía de la sociedad que tantas veces lo aduló pero, muchas más, lo criticó.

Recitaba aforismos (“Vencer sin peligro es triunfar sin gloria” fue su favorito aunque, también, inmortalizó otros dos: “La experiencia es un peine que te dan cuando te quedás pelado”, y “Cuando suena la campana, hasta el banquito te sacan”, al reflexionar sobre lo solo que se encuentra el boxeador en el ring); veneró a doña Dominga (“Mi vieja es Dios”, repitió miles de veces), y ganó enormes fortunas para su época.

Solo fue un chico grande al cual, en la puerta de un burdel, una bala asesina le partió el pecho. Pero podrían haberle pegado en el talón, que lo hubieran matado igual, porque siempre fue puro corazón. Y, a 43 años de su absurda muerte, seguimos sin saber realmente por qué. ¿Importa? Igual, ¡felices 77 en el cielo, Ringo!

Fuente: AireDeSantaFe.com.ar