Sobre el ring, el oriundo de Villa María era un artista. Fuera del cuadrilátero, sufrió graves problemas y fue a la cárcel, aunque se levantó, dio pelea y logró curarse.

Gustavo Ballas fue un crack del boxeo, un artista sobre el ring. Más que un campeón, fue un referente. Asumió como propia la máxima del boxeo: “el arte de pegar sin dejarse pegar”.

Llegó a ser campeón del mundo de los Supermoscas, siendo invicto a los 23 años, en una noche inolvidable en el Luna Park ante el coreano SukChulBae.

Ballas tenía una técnica exquisita: fue un maestro en el arte de la defensa, pegaba con justeza y era desequilibrante a la hora de atacar. Cada actuación suya era un recital.

Es que el villamariense, con sus estéticos movimientos y su técnica inigualable, convertía el ring en un escenario. Entre otros, se ganó el apelativo de Mandrake (El Mago)

Gustavo Ballas tuvo todo y perdió todo. Los amigos del campeón, la vida fácil, los excesos, en fin….la triste historia de tantos. Del cielo pasó al peor de los infiernos.

La adicciones a las drogas y al alcohol no solo perjudicaron a su carrera, también lo pusieron en jaque en su vida. Es que la vida le había pegado más fuerte que sus rivales sobre el ring.

Felizmente la historia no terminó allí, más bien recién comenzaba. Gustavo Ballas supo levantarse y empezaba lo mejor.

Nacido en Villa María. Hijo menor de 5 hermanos, fue criado por su padre, ya que su madre abandona la familia cuando era pequeño. Debido a la situación económica de su familia en ese entonces, Gustavo, a la edad de 10 años, se ve obligado a dejar el colegio y salir a vender en la calle.

Consiguió un trabajo como lavacopas en una pizzería local, lugar donde escuchó por radio una pelea de Nicolino Locche. Es entonces que decide ser boxeador.

Inició su etapa amateur bajo la dirección técnica del Maestro Alcides Rivera en Villa María, donde realizó 27 combates, de los cuales consigue 23 victorias, 3 empates y 1 derrota.

Ya radicado en Mendoza, inicia su etapa profesional el 27 de abril de 1977, bajo la dirección técnica de Francisco «Paco» Bermúdez, el mismo manager de su admirado Nicolino Loche. Realizó 120 combates, obteniendo 105 victorias (31 KO), 6 empates y 9 derrotas.

El 12 de septiembre de 1981 obtuvo el título mundial de la AMB en la categoría Supermosca tras derrotar por nocaut técnico en el octavo round a Suk Chul Bae.

En su primera defensa (15 de diciembre de 1981) fue derrotado por puntos por Rafael Pedroza en Panamá.

Luego intentó infructuosamente reconquistar la corona en dos ocasiones. En ambas perdió por nocaut técnico. La primera ante el japonés Jiro Watanabe en Osaka, la segunda frente al colombiano Sugar Baby Rojas, en Miami.

El Dandy del boxeo, como lo apodaban también, se quedó sin nada. Ballas era alcohólico y drogadependiente. Robó para drogarse y terminó en la cárcel.

Todos los amigos que tenía cuando era campeón del mundo desaparecieron. No tenía un peso, ni trabajo.

Se desequilibraba porque no se podía drogar. Entonces asaltó un kiosco con una pistola de juguete y después a un chofer de un taxi con un tenedor. Pero se desmayó cuando el hombre se dio vuelta y con el brazo lo empujó. Se quedó dormido y despertó en la comisaría. Después lo llevaron a Devoto porque era reincidente. Para el taxista, al que intentó robar, Ballas era «lo máximo» y lo empezó a visitar en la cárcel. ¡Hasta la vianda le llevaba!

Los amigos de Villa María lo ayudaron a curarse en un hospital de Bell Ville. Y «la Gringa», su esposa, no se separó nunca de su lado.

Ahora Ballas se dedica a contar en las escuelas todo lo que pasó en su vida. Y tiene un lema: «Hoy no me drogo ni bebo; mañana, no sé».

El Gobierno provincial lo convocó y le otorgó un subsidio para que empezara a recorrer Córdoba y le enseñara a la juventud los problemas que traen la droga y el alcohol.

Ballas pudo terminar la escuela primaria 50 años después de haberla abandonado

Desde hace unos años, con el apoyo del gremio ATILRA, Gustavo logró capacitarse en la Universidad del Salvador como Socioterapeuta en Adicciones y formó un grupo interdisciplinario de profesionales para ayudar a personas que padecen el flagelo de la droga y el alcohol.

Todos los días se encarga de recibir a muchos pacientes con los que charla y le cuenta su experiencia para salir de la adicción.

Ballas expresa en sus disertaciones que la bebida y la droga son una enfermedad brava. Hay que tener coraje para salir de esa inmundicia. A los pibes les pregunta: si ustedes van por la calle y ven que hay mierda, ¿la esquivan o la pisan?. Casi todos responden que la esquivan. Entonces, les dice: «No acepten droga porque también es una mierda».

Hoy, con 61 años, Ballas disfruta con la posibilidad de ayudar, por eso comparte su dificultoso trayecto por la vida en primera persona:

La vida de un chico criado en Villa María, abandonado por su madre y criado por su padre.

La vida de un pibe que laburando de lavacopas escuchó una pelea de Nicolino y quiso ser como él.

Del que dejó a su primer maestro Don Alcides Rivera y se fue a buscar en Don Paco Bermudez la sabiduría de la mejor escuela de boxeo, la de Mendoza.

La vida de un campeón que creyó haber tocado el cielo con las manos y tomó el camino equivocado. Del que cayó a la lona de rodillas, como ningún rival pudo tirarlo, ante los golpes de las traicioneras adicciones.

La vida de quien se levantó dignamente para pelearla, para seguir dando batalla, desde otro lugar. Del que entendió que la vida le daba una nueva oportunidad y supo aprovecharla.

La vida de un campeón que quiere seguir siéndolo, pero esta vez debajo de un cuadrilátero. La vida de Gustavo Ballas, un tipo que ya sin guantes, ni protector bucal, quiere noquear cada dìa a la droga y a las adicciones.

La vida de quien pudo salir del infierno y quiere cerrar con doble candado esa puerta de ingreso, para que nadie màs pueda entrar a èl.

En definitiva: la vida de alguien, que tuvo el don de boxear como los dioses, pero que la pelea cada día , como el tipo más común e indefenso, para noquear a sus viejos fantasmas.

Fuente: Cadena 3