Final con polémica en Inglewood. Alí le ganó por puntos a Ken Norton, aunque para muchos resultó ser una decisión injusta. Cassius Clay insistía en que había un nuevo Mahummad Alí.

Redacción EG

¡Lo toqué! ¡Lo toqué!…», gritaba una mujer cincuentona de espectacular vestimenta y retorcido peinado. El motivo de su desenfrenada alegría era muy simple: su mano había conseguido rozar fugazmente el hombro de Muhammad Alí. Una hazaña.

Los empujones y las avalanchas para trepar a ese ascensor semejaban —según la gráfica comparación de un periodista local— a la cubierta del Titanic cuando estaba a punto de hundirse. En este caso la gente quería subir y no bajar. La desesperación, parecida. Cuando cerró la puerta de su suite el suspiro de Alí descargaba la tensión del momento vivido. Fijamente se miró en el ovalado espejo mientras se daba a sí mismo un gancho de derecha. Tiró la bata sobre un sillón mientras le alcanzaban un pantalón negro y una camisa celeste.

La sala de baile del hotel Marriott estaba vacía. El pasaje y Clay se habían llevado la multitud.

En su cuarto éramos muy pocos. Respetuosos observadores del rito que prolijamente Alí parecía representar. Hasta que llegó el momento de escuchar su palabra. El peso, las piernas, la velocidad… y el tema de la mandíbula. «Yo sólo pude aguantar aquel terrible dolor de la mandíbula. Si le hubiese pasado a Norton quizá dónde estaría ahora…» Alguien quiere saber cómo quedó de aquella lesión. «Tengo un plato de oro —respondió— detrás de la mandíbula para protegerla. Además, me hicieron un puente con tres dientes que hace rato me faltaban».

Alí y Norton se enfrentaban por segunda vez, la anterior había sido triunfo de Norton por puntos.

Para sus 212 libras también tenía una explicación: «Llegué a ponerme fofo y lento por comer comidas de blancos. Ahora estoy liviano y fuerte porque como comida fresca. Verdura, pollo y cerdo. No más tortas, pan y galletas».

Pidió paz y silencio. Mañana es la palea. Quedó solo…

El Forum. A las seis de la tarde.

Ciudad de Inglewood, condado de Los Angeles, estado de California. Estadio con capacidad para cerca de 20 mil espectadores. Asientos para todos.

La feria va a comenzar. «Tan, tatan, tarantantan…» El pincel de Dalí, la prosa de Bradbury… Que los genios más exóticos acudan a mí para descubrir esta feria alucinante del color, las vanidades, las extravagancias… Que los genios expliquen cómo estaba Sammy Davies (jr) con sus capas blancas, su túnica negra, sus botas, sus anteojos, sus collares. Que los genios describan a Bob Foster. Su traje de cuadriculados restaIlantes, su polera blanca, sus zapatos con tacones, su sombrero «haciendo juego» con el traje y adornado con una pluma. Y lentes oscuros.

La feria va a comenzar. «Tan, tatan, tarantantan…» Desconocido moreno que has salpicado tu piel con el arco iris. Desconocida morena que has dudado entre el polvo y la melena «african look». Yanqui rubio de flequillo y moño con aire ingenuo. Rubia de carnes al aire y boquita muy pintada…

La feria va a comenzar. «Tan, tatan, tarantantan…» A las 18,35 la hermana de Barbra Streissand entona con fina voz la estrofa del himno nacional de los Estados Unidos. No hay unción y mucho menos coro. Lo canta ella mientras el público se muestra indiferente.

El ring side empieza a poblarse de figuras célebres. A mi lado pasan Esther Williams con el argentino Fernando Lamás, quien me saluda con pronunciado acento porteño. Llegan Joe Louis, George Foreman, Rocky Graziano, Danny Kaye, Frank Sinatra, Andy Williams…

En la primera pelea Jerry Quarry frente a Tony Dayle. Paliza de Quarry que gana en el cuarto asalto. Probablemente haya sido ésta su última pelea antes de enfrentar a Foreman por el título. Gil Clancy, nuevo manager de JQ, le tiene mucha fe. «Desde que yo lo he tomado ha mejorado casi un 200 por ciento. Hace tiempo que lo conozco y siempre me gustó, pero estaba conducido por gente que lo llevaba en sentido contrario. Su padre no poda evitar la influencia emocional en la conducción de su hijo. Ahora Quarry puede derrotar a Foreman y a cualquier pesado incluyendo Alí y Norton. Tiene más clase y habilidad que todos elles». La segunda pelea dura 40 segundos, la tercera dos piñas…, la cuarta tres rounds…

Al igual que el anterior combate, fue en California, el anterior había sido en San Diego mientras que este fue en Inglewood.

La feria continúa. «Tan, tatan, tarantantan…» La banda a veces es imaginaria, a veces es real. El anunciador y los célebres. Bob Foster sube al ring (ni idea de quién es Víctor Galíndez). George Foreman (más silbidos que aplausos). Fernando Lamas (saluda desde su asiento). Joe Louis no sube. Todo listo. Va a comenzar el combate. Son las 19,30 en el «Fabulous Forum»‘ de inglewood. En ese rincón Muhammad Alí, un ídolo que se resiste a ser leyenda. En el otro rincón, Ken Norton, una leyenda que quiere ser ídolo…

Transcurren doce rounds de un combate que va engarzando todos los matices que coronan un gran espectáculo. Calidad, intensidad, emoción, ritmo, violencia… Un noveno round que, como comentara alguien, «Si Nat Fleischer viviera lo consagraría el round del año». Antes de ese asalto —sexto, Séptimo y octavo— Ken Moder estuvo en la cresta de producción. Después de ese asalto la recuperación de Clay, que las tarjetas reflejaron generosamente.

En la mía, a pesar de ese final, quedaba un punto favorable a Ken Norton. Coincidía con la del jurado George Latka. Pero el árbitro Dick Young (7-5) y el otro jurado, John Thomas (6-5), decretaron el triunfo de Clay.

Al margen de una tal vez ociosa discusión sobre la justicia del fallo, quedan conclusiones fundamentales.

1) De acuerdo a lo previsto los dos superaron el trabajo realizado en la pelea del 31 de marzo.

2) Ken Norton ha producido una evolución notoria. Técnica y anímicamente. Su característica de peleador lo muestra en permanente posición agresiva pero sin regalarse. Busca la distancia corta pero con buen visteo, utilizando la cintura y bien cubierto. Trato siempre de acorralarlo a Alí para ofrecer el cambio de golpes que en varios pasajes lo favoreció en precisión y contundencia. No es el peleador suicida. Es el peleador que sabe cuándo y cómo debe ubicar sus golpes. Especialmente el cross o el swing de izquierda, que fue su arma preferida.

Los primeros asaltos fueron para Alí, luego Norton tuvo un mejor pasaje, pero el round definitivo fue para Clay y por eso le dieron el triunfo.

3) En el mejor estado físico de los últimos cinco años, volvió a provocar más nostalgias que expectativas. Alí no podrá ser nunca más Cassius Clay. Sus piernas bailan una danza pasada de moda. Su cuerpo ya no esquiva como antes, sus puños ya no duelen como antes. El profeta Ahí ya no quiere vaticinar el round en que ganará. Yo solo quisiera saber una cosa: ¿es el final, Alí? ¿Ha llegado el ocaso definitivo? ¿El mito le ganó a la esperanza? ¿El pasado al futuro? Ganó pero tan sólo en algunas tarjetas. Y es poco, muy poco…

Tirado en la camilla gozaba con el bálsamo refrescante del alcohol deslizándose por el cuerpo mientras unas manos amigas lo masajeaban. Era fácil notarlo: estaba satisfecho pero no eufórico. Se escucha el rezo de un musulmán negro. Clay encuentra el clima propicio para hacer sus primeras declaraciones.

—Alá estuvo en el ring en el último round. Sabía que tenía que ganar ese round para ganar la pelea; Alí me dio poder y fuerza para que eso ocurriera.

—¿Qué tal es Norton?
—Es el mejor de todos los que he enfrentado. Sentí mucho sus golpes. Pega fuerte.
—¿Por qué está tan serio, Alí?
—Las payasadas son cosas del pasado. Tengo familia y tres hijos. Hay un nuevo Muhammad, hay un serio Muhammad.
—¿Y ahora, qué?
—Lo quiero a Frazier, lo quiero a Frazier… Me vengué de uno, ahora sólo me falta el otro. Lo quiero a Frazier…
—¿Para cuándo con Foreman?

—Foreman estuvo aquí y declaró que quería pelear conmigo. Yo le dije que tendrá que esperar. El recién será campeón del mundo cuando me gane a mí. Afuera se escucha a la gente que lo espera. «Esos son los adulones que están cuando se gana», comenta contrariado. Cuando salimos, un colega me sugiere a manera de confidencia: «ésta puede ser la última pelea de Alí. En el quinto round se fracturé la mano derecha, tardé mucho en reponerme. Quizá hayas visto la última pelea de Ali…»

La bata azul desprendida, la toalla amarilla sobre los hombros. Ken Norton estaba desilusionado por el fallo que consideraba injusto, pero no amargado; acaso porque ere consciente del buen trabajo realizado.

Todo es distinto en Cassius, como si su imagen de genio se fuera desvaneciendo. Muchas veces tuvo que trabar y empujar el cuerpo de Norton para salir de su ahogo.

—Creo que a pesar de la relación de Alí en los últimos rounds ya llevaba los puntos necesarios de diferencia que me aseguraban el triunfo incluso en los dos últimos asaltos me quedé contenido y tranquilo pensando que era el ganador.

—¿En algún momento Ali complicó la pelea?
—No, hizo todo lo que yo suponía. Se movió mucho pero ya estaba preparado para seguirlo. A sus golpes no les tenía miedo porque los conozco bien y sé que no hacen nada.
—¿Ahora Foreman?
—No, vamos a ir despacio. El próximo puede ser Joe Bugner, aunque no me disgustaría definir el pleito con Alí.

La feria ha terminado. «Tan, tantan, tarantatan…» El Forum queda a oscuras. Puchos apagados, cáscaras de manies, vaso de papel… dormitan en sus entrañas.

La alegría y el color se fuel ron detrás del profeta A «Tan; tantan, tarantantan…

Final polémico, Muhammad Alí gana en fallo dividido.

Por Héctor Onesime (1973).
El Gráfico