En el invierno de 1985, Bob y Lorraine Miller, una pareja casada de Troy (Nueve York) y padres de cinco hijos, se reunieron en la casa de Cus D’Amato en Catskil. Bob, de 39 años, que había sido boxeador amateur y entrenador, y su esposa, de 37 años entonces, que se había sacado también la licencia como promotora, mantuvieron un encuentro con el entrenador y mentor de un joven boxeador llamado Mike Tyson.

Los Miller ya estaban al tanto de quién era Mike, y D’Amato pretendía que ellos le guiaran y organizaran sus primeras veladas profesionales. Bob y Lorraine sabían que era un chico problemático que había pasado por un centro de detención juvenil llamado Tryon School, donde le habían dado sus primeras lecciones boxeo antes de entregárselo al que a la postre se convertiría en un padre para el futuro campeón. D’Amato ya había entrenado a campeones como Floyd Patterson y José Torres.

Tyson había perdido dos veces frente a Henry Tillman en los ‘trials’ norteamericanos de cara a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984, pero en el mundillo pugilístico se le auguraba una exitosa carrera como profesional. Su velocidad y su pegada hacía pensar que le iría mejor alejado del terreno amateur. Tilman ganaría la mella de oro, pero como profesional perdería frente a Iron Mike por KO en el primer asalto (2:47) en 1990.

Lo único que D’Amato prometió a los Miller es que “algún día Mike será el campeón del mundo del peso pesado. No digo que seréis sus únicos promotores, pero sí que estaréis involucrados”. La pareja aceptó promocionar a la joven promesa.

El veterano entrenador, de 77 años, encomendó a los Miller que le buscaran un rival adecuado. Estos optaron por Héctor Mercedes, de 19 años, nacido de Puerto Rico. El escenario para el debut sería el Plaza Convention Center, en Albany (New York). El récord de Mercedes era de 0-2-1, de hecho, sólo ganó una pelea de sus 11 como profesional.

“Mike llegó a donde llegó porque fue llevado correctamente”, le dijo Bob Miller al veterano periodista Tim Layden en una entrevista. Aunque hay quien dice que era su entrenador quien daba el visto bueno, el promotor reconoce que “se suponía que Lorraine y yo meteríamos a Mike en el ring con tipos que él pudiera manejar”. Mercedes, como rememoraba Miller, “no sabía dónde se metía porque no había internet para ver a tu oponente como hoy”.

Los Miller, incluso mandaron imprimir 500 carteles sobre el evento que organizaban, del que el futuro ‘terror del Garden’ no era cabeza de cartel. D’Amato rechazó esta idea cuando los vio y exigió que fueran más grandes y que Tyson estuviera en primer plano, “para que la gente cruzara la calle para ver la cara de Mike”. El nombre de Mercedes ni aparecía en los posters y el precio de las entradas fue de 10, 12 y 15 dólares.

Los promotores intentaron llevar al mayor número de periodistas a sabiendas del potencial de Tyson, aunque no muchos acudieron. En esta primera pelea el boxeador de Brooklyn vistió pantalones cortos blancos y botas azules. Acabó en el primer asalto y duró sólo un 1:47. El hermano de Lorraine, Mike Grzyboski, filmó la pelea en VHS. D’Amato estuvo en la pelea, cerca de Mike, pero no en su esquina. Su salud era delicada y le dijo a su joven aprendiz que era mejor porque pronto faltaría y no quería que se acostumbrase a tenerlo en su rincón.

Aunque parezca mentira, Tyson ha llegado a decir sobre aquel día que cuando “llegué a Albany estaba muerto de miedo”. 35 días después, el boxeador que probablemente ha infundido más miedo en sus contrincantes tumbó a Trent Singleton en menos de un minuto.

Por Enrique Mellado / marca.com