Enero 17, 1942

Muhammad Ali, el nombre que adoptó un día después de coronarse. Cambió su “nombre de esclavo”, que era Cassius Clay y ahí comenzó un camino único, excepcional, diferente a todos los anteriormente conocidos no sólo en el boxeo, sino en muchas otras de las tareas humanas practicadas hasta hoy.

Carismático, eficiente como pocos entre las cuerdas, atractivo en muchos aspectos para las mayorías en el mundo, de hecho cambió lo que hasta “su” momento se había visto dentro del deporte de los puños. Cobró bolsas que nunca antes había recibido nadie y se vio involucrado en batallas de importancia máxima en una carrera considerada única por casi todos, aficionados o no.

Cassius Marcellus Clay nació el 17 de enero de 1942 en Louisville, Kentucky, Estados Unidos, y desde sus primeros pasos apuntó para ser un gran señor de los cuadriláteros. Ganó en cuanta competencia importante participó, desde los Guantes de Oro de su estado hasta obtener la medalla de oro como semipesado en los Juegos Olímpicos de Roma, en 1960.

En el mismo año, 29 de octubre, inició la que sería una de las más grandes, brillantes y convincentes carreras que se han visto sobre un entarimado de combate. Era veloz, boxeaba bien, pegaba fuerte, poseía mandíbula resistente, veloz como pocos, de hecho lo tenía todo.

Su apoderado, Herbert Muhammad, un dirigente musulmán estadounidense con quien mentalmente Clay armonizó desde el principio de sus relaciones, es muy probable que haya influido para que este joven boxeador se convirtiera al islamismo y defendiera cada vez más a los miembros de su raza afroamericana.

En su pelea profesional número 20 conquistó el campeonato mundial de peso completo al poner fuera de combate en siete episodios a Sonny Liston, quien había subido al ring con la mayor parte de los pronósticos a su favor.

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