Roquiño, campeón de la vida

EL RECUERDO se me impone. Yo era un chico cuando leía los triunfos de Horacio Accavallo en Italia, en la revista “K.O. Mundial”.

Eso fue entre 1958 y 1959: hizo 10 peleas y solamente perdió ante Salvatore Burruni pero en la revancha, porque en la primera había ganado él.

Un día, mi padre, don Carlos, que ya era entrenador en el Luna Park, me dijo algo asì como “Ayer volvió Accavallo al gimnasio”. ¿De verdad? ¡Bueno, yo querìa conocerlo!

En esos días, lo atendía Juan Carlos Pradeiro. Su técnico original, “El abuelito” Riccardi, le había dado paso a Juan Aldrovandi, que por entonces estaba de viaje.

En cuatro meses de 1961, fue campeón argentino ante Carlos Rodríguez el 1ro de julio y sudamericano frente al uruguayo Júpiter Mansilla, el 7 de octubre. Accavallo les ganó con habilidad, inteligencia, frialdad cuando hizo falta, y hoguera cuando fue necesario. Zurdo, calculador, tiempista y muy hábil contragolpeador, empezó a llenar el Luna.

MÁS QUE CALLE, tenía todo el asfalto de Villa Diamante, donde nació… Ciruja, faquir de circo, gran jugador de fútbol, pícaro para los negocios, supo hacer marketing cuando la palabra ni se conocía.

Eran aquellos, los tiempos de un Juan Carlos “Tito” Lectoure, flamante match-maker del Luna, quien con  algo más de 20 años, estaba lleno de ambiciones y  sueños. “Yo querìa tener mi campeón mundial, y lo logré con Accavallo”, decía.

Hasta que llegó el gran momento de “Roquiño”, como se lo conocía. Fue a Tokio y el 1ro de marzo de 1966 se consagró ante Katsuyoshi Takayama.

Fue tan popular que hasta se hizo un comercial en donde un japonesito decía “Takayama mentiroso”; se casó por televisión –algo inédito- en las Bodegas Peñaflor, su auspiciante.  Actuó con el famoso actor cómico Pepe Biondi y su show televisivo de alto rating.

Y, ante todo, defendió su corona con uñas y dientes. Bañado en sangre, le ganó a Efrén “Alacrán” Torres, un mexicano sólido y pegador.

Hizo 83 peleas. Ganó 75 (34 por KO), perdió 2 (una en Italia, otra en Japón) y empató 6. Protagonizó dos Tremendas batallas con Hiroyuki Ebihara, pero más tremendas fueron con la balanza. No podía dar el peso. Así que un día renunció  al boxeo, cuando ya tenía una pelea programada.

-Pero Horacio, hacés una más y después largás –le dijo Lectoure.

-No, Tito, porque si llego a perder seré un ex campeón y yo quiero ser campeón para siempre.

Y asì fue, porque Horacio es, y será por siempre, campeón. Y no solo campeón, campeón de la vida…

Por Carlos Irusta vía WBC