Hace algunos días se cumplieron 81 años del nacimiento de Cassius Marcellus Clay, conocido Muhammad Ali, o en Louisville, Kentucky. Un icono del deporte que trascendió al boxeo y dejó un legado inolvidable.

El pasado lunes 17de enero se cumplieron 81 años del nacimiento en Louisville, Kentucky, de Cassius Marcellus Clay, autorebautizado Muhammad Ali a fines de los años ´60 y quien es sino el más sí uno de los más reputados iconos del deporte ecuménico, quizás solo comparable en fama y popularidad  con los futbolistas Edson Arantes do Nascimento (El rey Pelé) y de Diego Armando Maradona y sin dudarlo un instante el boxeador de mayor  notoriedad y controversial en los anales de la disciplina de los puños. Fue el primero y aun el único que pudo recuperar el título de los completos en 3 ocasiones, rey indiscutido en 1964, 67-74 y de la AMB y el CMB en 1964- 67- 74- 78.

Relataremos a continuación, por su aniversario, este texto reeditado con modificaciones, por supuesto-algunos episodios, circunstancias y detalles conexos con esas esas 8 décadas de vida del “Bocazas de Louisville”, el Más Grande, como se proclamó al ganar su primera corona y un personaje público de excepción, protagonista de una existencia plagada de momentos singulares, tanto en el deporte como en su conducta ciudadana, campo este en que se distinguió con ribetes especiales en virtud de su infatigable lucha en defensa de los derechos civiles de sus compatriotas afroamericanos y de sus correligionarios del islamismo, creencia de la cual  revelo ser devoto al día siguiente de su victoria sobre Sonny Liston, en la que conquistó por vez primera el título de los pesos completos un 6 de febrero de 1964, en el Convention Hall de Miami Beach. Ese mismo día pidió que no lo llamaran más Cassius Clay. “Es un nombre de esclavo, dijo. Me llamó Muhammad Ali, de hoy en adelante”, agregó.

Cuando asomó en el concierto boxístico los ídolos de la disciplina eran una especie que parecía destinada a la extinción, dicho sin exagerar. Devino para el boxeo en un personaje semejante a lo que, en los años 20 al 30, significó Babe Ruth para el béisbol cuando este deporte fue sacudido por el escándalo de la Serie Mundial de 1919, en la que 8 de los jugadores de los Medias Blancas de Chicago-llamados desde entonces y por largos años Medias Negras- fueron acusados, lo que se demostró en tribunales, de haberse vendido en la Serie Mundial contra los Rojos de Cincinnati, que se titularon 5-3 en el evento de nueve encuentros a ganar cinco. 

Como ocurrió con Ruth en la pelota Ali se convirtió en el salvador, en el ídolo que  hacía falta apareciera para atraer a las masas del boxeo que paulatinamente se alejaban de los escenarios, hastiados de la monotonía, retirados ya astros del carisma de Jack Johnson, primer negro campeón mundial de todos los pesos (de 1908 a 1915), de Joe Louis, quien reinó por 11 años y 8 meses entre 1937-1949, con 25 defensas, número aun sin precedentes; de Jack Dempsey, Gene Tunney, Rocky Marciano, del welter y mediano Ray Sugar Robinson, para la mayoría el mejor peleador que haya existido… En dos platos, Ali pasó a ser  una suerte de mesías de la cada vez más decadente disciplina de las cuerdas, de los guantes y de los golpes para la época.

VOLABA COMO UNA ABEJA

Los aficionados, que fueron más los que le amaron que los que le odiaron, disfrutaron a plenitud, por unos 21 años de la presencia y el carisma de aquel peleador sin par que flotaba como una mariposa y picaba como una abeja, tal lo describió su amigo-asistente del mítico entrenador Angelo Dundee-, un dicharachero, alocado y pintoresco personaje llamado Drew “Bundini” Brown, autor de una genial expresión repetida a cada tanto.

Su forma de moverse en el ring, jamás vista, con los brazos a los costados, su velocidad de manos y pies, la locuacidad ante los medios de comunicación, la osadía de pronosticar el round en que acabaría con el rival, su valiente posición (censurada por muchos, pero aplaudida por los más) de rehusarse a ir a la guerrea de Vietnam, lo que le costó la pérdida del cetro. Empezando por el final, cronológicamente, apuntemos que cuando Ali hizo mutis registraba 56 peleas con 37 nocauts, 25 encuentros de campeonato mundial y 5 reveses,  solo uno por KO frente a su exsparring Larry Holmes en su penúltimo combate en febrero-80, en el César Palace de Las Vegas.

Dejó, para un imperecedero recuerdo, sus confrontaciones contra Sonny Liston frente al cual ganó por primera vez, como dijimos, el cinturón de los completos, división de la que fue el primero, y único boxeador hasta hoy tres veces ganador del fajín en diferentes etapas; los tres encarnizados combates contra su archirrival Joe “El Humeante” Frazier; las otras peleas con balance de 2-1 a su favor ante el exmarine Ken Norton (quien le fracturó la mandíbula en el segundo round de su primer encuentro en 1973, para perder decisión) y finalmente,  el Rugido en la jungla contra George Foreman, en la cual protagonizó una de las mayores sorpresas que se recuerden, al batir por KOT a los 258 del 8°en Kinshasa, Zaire, antigua Leopoldville y hoy República Democrática del Congo, África, el 30 de octubre de 1974, una pelea que puso ante la pantalla de TV a una legión de espectadores del Pague por ver que, se asegura, sin confirmación, solo segunda en cuanto al número de espectadores que vieron en la pantalla chica (una audiencia calculada en unos 530 millones de personas) la llegada del hombre a la luna cuando los astronautas Neill Armstrong, Edwin (Buzz) Aldrin y Michael Collins arribaron en el satélite de la Tierra el 20 de julio de 1969, en la nave espacial Apolo 11.

EL HUMOR NEGRO DEL AMADO DE DIOS

La trayectoria profesional de Muhammad Ali (El amado de Dios traduce su nombre musulmán), tal apuntamos, estuvo repleta de hechos anecdóticos-de una imposible pormenorizada recopilación en estas líneas-, muchos cargados de humor, a veces negro, y otros referidos a su osada costumbre (copiada de un luchador del pancracio llamado Georgus George, con quien, cuando era un novato del ring, coincidió en un programa radial) de en pronosticar el round en que noquearía al contrincante, a varios de los cuales endosó apodos  satíricos, que sus admiradores repetían a carcajadas en los cafés, en la calle..

Así, a Sonny Liston, por ejemplo, lo llamó El Oso Feo y es un hecho absolutamente verdadero de que poco antes de enfrentarlo por primera vez colocó en el jardín de su casa una trampa para osos.

Joe Frazier, con seguridad su más encarnizado y duro rival, fue tildado por Ali de feo, desabrido y estúpido, entre otras puyas.

Del excampeón mundial Floyd Paterson, vencido por él como los otros dos, decía que era un conejo y un Tío Tom porque el excampeón del mundo, quien a los 21 años y unos pocos pasó a ser el más joven rey que había tenido la división (después Mike Tyson desplazó a FP, con 20 años y 5 meses) al que criticaba por su acendrado catolicismo y su actitud de obediencia al establishment.

En el anecdotario que se conoce de él de él nos ha parecido siempre la más creativa-e igualmente la de mayor sarcasmo y hasta cruel-, la de su tercera defensa de la corona de la AMB,  contra Ernie Terrell, quien era reconocido por el Consejo Mundial, en febrero del ´67 en el Astrodome de Houston, Texas.

El combate tuvo una duración de quince asaltos y terminó con una amplia y rotunda victoria para Ali, por un doble 148-137 y un 148-133 en las tarjetas. Esa pelea no habría tenido ninguna o casi ninguna trascendencia para la historia a no ser porque desde el inicio de  las acciones y hasta el round 15 Ali mortificó y se burló de Terrell con cada golpe que conectaba, machacándole la pregunta ¿Cuál es mi nombre, cómo me llamo?, aun aguijón repetido en los 3 minutos de cada asalto, durante los 45 minutos de pelea,  la burla debida a que Terrell se negó a dejar de llamarle Cassius Clay, su nombre de nacimiento, en los días que antecedieron al encuentro, y nombre del que Ali, bautista de niño, había abjurado al asumir su nueva religión.

Aquella actitud hiriente y de mofa de Ali para con su contendor le valió en su momento  una tormenta de abucheos del público y una dura crítica por la generalidad de los medios impresos y audiovisuales.

“RUGIDO EN LA JUNGLA”

Por supuesto que en esta nota acerca del 80° aniversario del Deportista del Siglo XX, distinción otorgada por la revista Sport Illustrated y por la cadena BBC, es insoslayable traer al recuerdo su épica e inolvidable confrontación contra el hasta entonces teóricamente invencible y demoledor George Foreman, suceso del que en este 2023 se cumplirán 48 años.

 Aquel encuentro, sin ninguna duda la auténtica y reconocida Pelea del Siglo XX es, también, un suceso inscrito para siempre en las páginas del deporte. Reunió sobre un cuadrilátero a dos de los más sólidos y eximios pesos completos de todas las épocas, el para el momento excampeón Muhammad Ali y el agresivo y devastador monarca George Foreman (se decía de él que tenía instinto de asesino en el ring), sentado en los tronos de la Asociación Mundial de Boxeo y del Consejo Mundial de Boxeo, dos de las organizaciones más importantes de las que controlan la especialidad en el área profesional.

Foreman metía miedo con su récord inmaculado de 40-0, 37 nocauts propinados, con Frazier y Norton entre sus víctimas, mientras que el retador computaba 42 victorias, 29 por nocaut y 13 decisiones, sin empates.

La pelea se efectuó en la madrugada (4:00 am hora de Kinshasa ), el 30 de octubre de 1974 en el estadio 20 de Mayo de la ciudad africana, con aforo para 60 mil personas, capacidad rebasada por un poco menos del doble por enfervorizados espectadores, la mayoría anhelantes de un triunfo para el retador, a quien auparon sin reposo, con mayor estridencia durante y sin reposo en los 26 minutos y 58 segundos que duró el combate, al grito de ¡Ali, bumayé!, ¡Ali, bumayé! (¡Alí, mátalo!, ¡Ali, mátalo!) en lingala africano. Ali, de 1,92 de alto y 216.1/2 libras (98,202 kilos), con un alcance de 199 cms. subió al ring en primer término, vitoreado por la multitud. Unos 10 minutos después lo hizo el monarca cabeza gacha, bajo un ensordecedor abucheo. De igual estatura que Ali y un centímetro menos en alcance, dejó en la balanza 220 libras (99,703 kilogramos). Para cada uno una bolsa de $5 millones pagados por el dictador Mobotu Sese Seko, una suma nunca antes pagada a los protagonistas de una pelea.

El clamoroso, sorprendente y consagratorio triunfo devolvía al peleador de Kentucky de 32 años al trono de que había sido despojado 7 años atrás, no perdido en el ensogado sino ante un tribunal que le sentenció a cinco años de prisión que no purgó, y que le arrebató el cinturón, en abril del ‘67 por su negativa a enrolarse en el ejército e ir a combatir en Vietnam, negativa que apoyó, en su defensa, con la argumentación de ser objetor de conciencia y porque no tengo nada en contra de los vietcongs. Ningún vietcong me ha llamado nigger (negro). No voy a matar a ninguno de ellos.

Ali manejó aquella pelea en contra de todos los pronósticos, incluso a contramano de las instrucciones de Dundee, quien le recomendó mantenerse alejado del poder destructor de Foreman,  de 25 años de edad y una máquina aplanadora que había vapuleado sin misericordia a sus rivales anteriores.

Ali desoyó el consejo del entrenador y puso en práctica su propio criterio y estrategia: dejó que Foreman atacara y golpeara mientras él se protegía la quijada y el cuerpo para obstaculizar la ofensiva enemiga con brazos y antebrazos por delante, sin dejar las cuerdas. El joven campeón golpeaba y golpeaba, sin dañar al aspirante, quien además se solazaba en susurrarle  cosas irritantes como que “¿Eso es todo lo que tienes, mujercita?, ¿No puedes pegar más fuerte, George?, y tras más, para amedrentarlo y desconcentrarlo.

Así llevó el pleito durante los siete rounds del comienzo recostado siempre en las sogas, un desconocido estilo que llamó “rope a dope “ (sin traducción, algo así como moverse o protegerse en las cuerdas), abrazado al campeón como una sanguijuela y de improviso: pim, pam, pum.!, disparó tres, cuatro, cinco golpes secos y Foreman se desbarató. Se fue derrumbando lentamente, de lado, hasta caer, como un saco lleno de aserrín, sobre la lona.

Para que nos relate aquella dramática e inesperada  escena final nos permitiremos citar lo descrito por el escritor y periodista estadounidense Norman Mailer en su novela El Combate, en la cual cuenta  los entretelones de aquel combate organizado por el famoso y exhibicionista promotor de la cabellera alborotada, Don King, con el respaldo económico del dictador  Mobotu Seze Seko (1930-1997), que vio en la pelea, la primera montada en África por una faja mundial, un filón para la proyección a escala mundial de su imagen y de su gestión.

El gran maestro de la corriente llamada Nuevo Periodismo precisó en poco más de 100 palabras lo siguiente:…Luego un tremendo proyectil exactamente del tamaño de un puño dentro de un guante penetró hasta el centro mismo de la mente de Foreman, el mejor golpe de esa noche sorprendente, el golpe que Ali había guardado durante toda su trayectoria profesional…Todavía doblado por la cintura en esa postura de incomprensión, manteniendo los ojos fijos en Mohamed Ali, empezó a tambalearse…Cayó como un mayordomo de sesenta años y un metro ochenta de estatura que acaba de recibir  trágicas noticias, sí, fue un largo derrumbamiento de dos segundos durante los cuales el campeón caía por partes mientras Ali daba vueltas alrededor de él, formando un círculo estrecho y con la mano preparada para pegarle una vez más, pero no hubo necesidad; fue una escolta completamente íntima hasta el suelo. (*)

Zachary Clayton, el árbitro, una vieja estrella del mítico equipo de baloncesto Trotamundos de Harlem solo dio unos apurados, pocos y largos pasos, se acercó al caído, palanqueó el brazo derecho y contó los 10 segundos de reglamento, para pasmo del mundo aficionado al boxeo. Muhammad Ali acababa de tomar un lugar para la eternidad en el Olimpo, la mitológica morada de  los dioses.

Pormenores de ese choque inolvidable fueron llevados al cine por Leon Gast en Cuando éramos reyes y por Michael Mann en Ali, dos de muchos largometrajes y documentales sobre la vida del astro boxístico, el deportista que ha sido llevado más veces a la gran pantalla.

DEL ORO OLÍMPICO A LA CORONA PESADA

Catorce años habían transcurrido, desde antes de aquella pelea, del momento en que Cassius Clay, después Muhammad Ali, debutara en el profesional con una victoria a los puntos sobre un tal Tunney Hunsaker, que nada dejó para el boxeo excepto su nombre como el primer adversario del jovencito de 18 años quien unos meses antes, en los Juegos Olímpicos de Roma-60, conquistó la medalla dorada de los semipesados con victorias ante el belga Ivon Beacus, el ruso Gennady  Shatkov, el australiano Tony Madigan y el polaco  Zbigniev Pietrzykowski, por KO en la primera y decisiones claras en las otras tres.

 y que, según cuentan las biografías que se le han hecho, fue un premio que tiró al río Ohio en airada reacción por la humillación de  habérsele negado la entrada a un restaurante solo para blancos.

Una réplica de esa medalla se le entregó a Ali (fue él mismo el autor de la versión según la cual tiró al río el galardón. Años más tarde cambió el cuento y dijo haberla perdido), en una ceremonia especial durante los Juegos Olímpicos de Atlanta en 1996. Antes de ese evento, exactamente el 19 de julio, Ali, ya enfermo de Parkinson, fue visto en las pantallas de TV cuando encendía el pebetero, de rostro triste y cuerpo tembloroso, con la antorcha aferrada en ambas manos, en una imagen triste que conmovió al mundo.

Su paso por el amateurismo en los ´finales del ´50 e inicios de los ´60 fue de unos 4 años, en los que alcanzó 137 triunfos con apenas 7 derrotas, con seis campeonatos en los torneos Guantes de Oro de Kentucky, su estado natal. Buscó al boxeo, se cuenta, con el ánimo de enfrentar a un joven ladrón que le había robado una bicicleta. Para pelear con él, debes antes aprender a boxear, le sugirió un agente policial y exboxeador de nombre Joe Martin, ante quien hizo la denuncia del robo. Martin, quien además atendía un pequeño gimnasio, lo llevo al local, se hizo su entrenador y allí comenzó a practicar el deporte del que años más tarde sería el centro de atención, universalmente. Tenía, Ali, apenas 12 años.    

Volvamos a 1960. El Clay que batió a Hunsaker fue subiendo escalones y hablando sin parar hasta llegar con récord de 19-0, 15 kos, ante Sonny Liston, soberano de los pesos pesados. Es historia, no cuento,  que en ese combate Ali (entonces Clay) estuvo a un tris de abandonar porque, según dijo, una sustancia urticante en los guantes de Liston entorpecía su visión.

Aun así Clay sobrevivió, incentivado por su entrenador de casi toda la vida, Angelo Dundee (anda al centro del ring y pelea, lo aupó). El jovencito, de 22 años y un par de meses se mantuvo en la pelea y terminó por noquear al “Oso Feo”, como ya dijimos llamó a Liston, quien no salió para el 7° asalto.

En la revancha bastaron unos minutos del primer round para el segundo triunfo del atrevido y parlanchín peleador. Los medios dijeron que un golpe fantasma había derribado a Liston. Luego se vio en el video, en imagen congelada, que la derecha de Clay explotó en el mentón del adversario. Un Ali en actitud desafiante, exhortando a levantarse al rival 12 años mayor, que yacía de espaldas en la lona es, posiblemente, la gráfica más famosa, divulgada y conocida, en la historia del boxeo.

LA GUERRA EN MANILA

Luego de Liston vendrían siete defensas exitosas, entre ellas las de Ernie Terrel y Zora Folley en el año 67 y su desconocimiento en abril de ese año como campeón legítimo por su rechazo a ir a Vietnam; los 3 años y medio suspendido; la reaparición en el 70 y los triunfos sobre Jerry Quarry y el argentino Oscar Ringo Bonavena; el revés y la pérdida del invicto (30-0-25 Kos.) frente a .Joe Frazier -quien conservó el suyo y quedó con 27-0-0, 23 nocauts- el 8 de marzo del 71 en 15 rounds, con un knockdown incluido en el 15° en riña montada en el templo del boxeo, el Madison Square Garden; dos de sus tres pleitos con Ken Norton con resultados de 2-1 para él; una segunda pelea contra Frazier, en la que tomó revancha y, después de Foreman, la trepidante tercera contienda el 1° de octubre de 1975 con Frazier en el Coliseo Araneta de Ciudad Quezón, Metro Manila.

El combate, montado por Don King, como en Zaire, está considerado uno de las más emotivos y candentes encuentros (sobra quien diga que no tiene ni ha tenido igual) en la historia de los pesos máximos. Fue un intercambio de golpes incesante, violento, de altas emociones en cada minuto en los 3 de cada asalto, un dramático toma y dame desde el primer campanazo, en lucha ganada por Ali cuando Frazier rindió las armas, forzado por su entrenador Eddie Futch (No tienes nada que probarle a nadie. Ya mostraste de que madera estás hecho, le susurró al oído, palabras más palabras menos, al término del round 14°. Un igualmente exhausto Ali estuvo a punto de abandonar antes de que el entrenador Futch no permitiera continuar a Smokin Joe, dueño del probablemente más brutal y explosivo gancho izquierdo de la historia.

El Más Grande diría horas más tarde que nunca estuve tan cerca de la muerte. Joe Frazier merece mi respeto y todo el crédito. Es el mejor boxeador del mundodespués de mí”. Los dos, como pasó la primera vez que se enfrentaron en marzo de 4 años atrás, tuvieron que ser atendidos en un hospital.

LOS TRISTES DÍAS FINALES

Más tarde vendrían los choques contra Leon Spinks en febrero y septiembre del 78. En el segundo tomó desquite del fracaso de la primera vez que se toparon y en el que recuperó por cuarta ocasión el título (en la versión del CMB), una proeza inédita en la categoría y, después,  un tercer reto ante Norton ganado a los puntos.

Para entonces empezaba a asomar el desgaste físico, la lentitud de movimientos y del habla. Comenzaban a aparecer los fantasmas, los evidentes síntomas de la enfermedad de Parkinson diagnosticada en septiembre del 84 y que paulatinamente remitió a una silla de ruedas a quien había sido un torbellino de la palabra y del movimiento sin pausas fuera de y dentro del ring.

Cuando enfrentó por la corona del CMB en el famoso hotel Caesar´s Palace de Las Vegas (octubre de 1981) a Larry Holmes, su exsparring y el único que pudo noquearle, en 10 tramos, era apenas la apagada sombra del hombre que antaño “flotaba (o volaba) como una mariposa y picaba como una abeja. Después se alejaría definitivamente del encordado al caer a los puntos en Nassau, Bahamas, el 11 de diciembre del 81, ante Trevor Berbick, quien no la habría servido apenas 3-4 años antes más que para llevarle el tobo de agua a la esquina.

Tan intensa como fue su vida en el boxeo y en las lides políticas, igualmente lo fue en el aspecto sentimental. Se casó 4 veces y tuvo 10 hijos, uno adoptado y otros 3 fuera del matrimonio.

 La primera esposa, Sonji Roi, actriz y camarera, su pareja desde agosto de 1964 se divorció 2 años después, negada a aceptar las costumbres religiosas de su marido en cuanto a la manera de vestirse. Belinda Boyd, también actriz (1967) le dio su primera hija, Maryum, a las gemelas Jamillah y Rasheda y a Muhammad Ali jr.

La tercera fue Verónica Khalilah Porsche (1974-86), actriz y madre de Hana y Laila, esta la única que se dedicó al boxeo y llegó a campeona mundial  supermediano entre julio 2006 a febrero de 2007 de la Federación Internacional de Mujeres y del CMB. Se retiró con 24-0-0, 21 KO.

Finalmente se unió a Yolanda Lonnie Wiliams, otra actriz, en 1986, con quien adoptó a Asaad Amin. Lonnie, 15 años más joven que él, se separó por las infidelidades de Muhammad. Aun así, estuvo a su lado en los días finales. Ali fue padre también de 2 hembras fuera del matrimonio, Miya y Khaliah, y en una relación también extramatrimonial con la exreina de belleza, Bárbara Mensah, nació la hija secreta, Kiiurstein. Como es obvio, fue tan prolífico en el ring como en el amor.

Mientras que su cuerpo le respondió debidamente, todavía no del todo destruido por la enfermedad, se mantuvo en su tenaz lucha social en la defensa de sus convicciones, por el respeto a sus hermanos afroamericanos y en pro de los creyentes del islamismo, además de haberse merecidamente granjeado la admiración y el reconocimiento de cientos de miles en buena porción de la gente de su país y más todavía en el resto del mundo.

Entre las incontables distinciones recibidas se cuentan se cuentan la medalla Martin Luther King, otorgada en 1970; la Medalla Presidencial de Estados Unidos; la exaltación al Salón de la Fama de EE.UU e Internacional de Canastota en 1983 y 1990, respectivamente; Rey del Boxeo por el Consejo Mundial y Deportista del Siglo XX para la cadena BBC y de la revista Sport Illustrated; seis veces Boxeador del Año para The Ring Magazine y la medalla presidencial de Estados Unidos, además de haber sido incluido entre los 20 ciudadanos más influyentes de los Estados Unidos.

El viernes 2 de junio de 2016 lo llevaron de urgencia al hospital de Scottsdale, Arizona, con problemas respiratorios, luego agravados por un choque séptico, rebasaron los esfuerzos médicos. Al día siguiente expiró.

Unos pocos días tarde sus restos fueron cremados en su natal Louisville. Entre los que cargaron a hombros el féretro estuvieron, entre celebridades, los excampeones mundiales Lennox Lewis y Mike Tyson y el actor de cine Will Smith, quien lo encarnó en una cinta biográfica hace unos pocos años.

Hace apenas unos días, exactamente el pasado lunes, Muhammad Ali, el Mas Grande, el Bocazas de los años 60, habría cumplido 81 años de edad, razón de este artículo, y a quien despedimos, como si aun estuviera aquí, diciéndole: ¡SALUD, CAMPEÓN!

WBA Press / Jesus Milano